miércoles, 25 de julio de 2007

María Antonieta


Pocos personajes históricos muestran un contraste tan grande, entre una vida de ensueño que comienza en un palacio de Viena, y termina en una cárcel de París. Hoy Gotitas de Historia recuerda a María Antonieta.

Frívola, imprudente, ajena a la realidad social, llevó una vida disipada en momentos de extrema pobreza y de crisis de estado. Desde el mundo de fantasía de su Petit Trianon se convirtió en el blanco de agitadores populares, teniendo que enfrentarse cara a cara con prostitutas, mendigos y bandidos.

Orgullosa y caprichosa no hizo caso de los consejos de su madre ni de los de sus hermanos.
Autodestructiva por excelencia, su pasión la llevó hasta su trágico final.

En una Francia que se caía a pedazos su desprestigio fue en aumento debido a sus excentricidades. Le atribuyeron conductas escandalosas, y fue víctima de todo tipo de calumnias.

Su vida fue una sucesión ininterrumpida de diversiones, bailes, carreras de caballos, juegos de naipes convirtiendo a Versalles en un gran garito, según cuentan sus detractores.

Por otro lado nadie ponía en dudas su gran creatividad y su inclinación artística. En la organización y preparación de las fiestas nadie la igualaba, era una buena actriz, y muy aficionada a la música.

Arrogante, coqueta, y una excesivamente meticulosa en sus atuendos. Sus extravagantes peinados representaban escenas enteras. Sus costosísimas joyas y elaborados vestidos imponían la moda en Francia.

No se destacó en su papel de reina. La acusaban de poca claridad mental, y decisiones desacertadas, todo lo que exigiera meditación profunda o atención sistemática le aburría.


No tenia paciencia para trabajos intelectuales, solo de mala gana escribía, con una letra garrapateada e ilegible.

Fracasó en sus intentos de fuga. Primero a Varennes por traición o confusión. Y luego los planes para huir de las cárceles también se vieron frustrados.


Tampoco la ayudaron los amigos que la rodeaban. Rodeada de aristócratas pícaros y corruptos, que se aprovecharon de todos sus favoritismos siendo los instrumentos más seguros para precipitar su caída a los abismos.

Pero a medida que va pasando el tiempo, al convertirse en madre, va surgiendo otra Maria Antonieta. Las maledicencias ya no le atraen, va mostrando mas calma y sobriedad, sobre todo en sus últimos años, con una gran valentía y presencia de ánimo cuando alrededor de ella todo era temor y vértigo.

No quiso salvarse sola, abandonando al rey y mucho menos a sus hijos, a quienes quiso en todo momento dar ejemplo. Las penas y sufrimientos comenzaron a sucederse, la separación de sus hijos, la ejecución del rey, la cruel muerte de su gran amiga la princesa de Lamballe.


Su desastrosa vida matrimonial tuvo, dicen, epicentro en lo sexual. El rey fue impotente por varios años, y con su amante el conde sueco Axel von Fersen pocas oportunidades les dió la vida, solo esporádicos encuentros.


El final de su vida no pudo ser mas triste. Fue encerrada en la Torre de Temple, la fueron despojando de todo, en una lenta agonía, sufriendo restricciones de todo tipo, pobreza, enfermedad, soledad. Terminó refugiándose en la religión.

Juzgada por un tribunal fue sentenciada a morir guillotinada. Finalmente murió con dignidad, tranquila y sin auxilio de nadie, en silencio, rechazando toda ayuda ascendió por las escaleras de tablas hacia el cadalso. Fue guillotinada y su cabeza expuesta por varios días ante la muchedumbre.

Probablemente a María Antonieta no le haya importado su suerte final. Según sus propias palabras ya nada más le podía hacer daño.
Escribe: Guillermo Reyna Allan

jueves, 19 de julio de 2007

El hombre en la luna


Gotitas de Historia nos trae hoy un recuerdo reciente. Porque solo debemos remontarnos 38 años hacia atrás. Pero lo suficiente como para que ese día, el 20 de Julio de 1969, entrara en la historia grande la humanidad.


El 16 de julio de 1969 Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin "Buzz" Aldrin, comenzaban la aventura más importante de sus vidas, que tendría como escenario la Luna. Aquel día despegó la histórica nave Apolo 11.

El viaje hacia la Luna no presentó dificultad alguna. Todo se desarrollaba con tal precisión y normalidad, que la tripulación del Apolo 11 incluso tuvo el ánimo de bromear con los controladores de Houston.


El domingo 20 de julio, ya en la órbita lunar, Aldrin y Armstrong se trasladaron al módulo "Águila". Michael Collins cerró la compuerta y permaneció pilotando el módulo de control "Columbia", esperando la separación de la cápsula y apoyando las maniobras del módulo lunar.

Cuando el "Águila" sobrevoló la superficie de la Luna levantó polvo lunar lo que restó visibilidad a las maniobras de aproximación que el comandante Neil Armstrong había asumido de forma manual para evitar el riesgo de vuelco del alunizaje automático. Habían transcurrido 4 días desde el comienzo del viaje.


El "Águila" descendió a la Luna y se posó sobre su superficie el 20 de julio de 1969, en la zona llamada Mar de la Tranquilidad.

Cuando el comandante descendió por la escalerilla de 9 peldaños, tiró de un anillo que abrió una compuerta de la cual salió una cámara de televisión que transmitió a la Tierra las primeras imágenes desde el satélite.

Eran exactamente las 10:56 P.M. cuando Armstrong descendió por una escalerilla con su traje espacial y puso el pie izquierdo sobre la Luna. Sus primeras palabras fueron, "Estoy al pie de la escalerilla. Las patas del Águila sólo han deprimido la superficie unos cuantos centímetros. La superficie parece ser de grano muy fino, cuando se la ve de cerca. Es casi un polvo fino, muy fino. Ahora salgo de la plataforma". Luego diría la frase histórica: "Este es un pequeño paso para el hombre; un salto gigantesco para la Humanidad".

Lo primero que vieron los millones de personas que seguían el viaje a la Luna por televisión fue una de las patas del módulo “Águila” y luego el pie de Armstrong que buscaba el apoyo en los primeros peldaños. Pronto le siguió Aldrin -19 minutos después- quien al reunirse con Armstrong exclamó "¡Qué magnífica desolación!".

Ambos astronautas necesitaron de un breve lapsus de tiempo poder desplazarse con seguridad sobre la Luna. Estuvieron caminando más de dos horas por la Luna. Recogieron más de 20 kilos de muestras del suelo, tomaron fotografías y colocaron un artefacto para detectar y medir el viento solar, un reflector de rayos láser y un sismógrafo.

Mientras los astronautas realizaban su misión en la superficie selenita, Michael Collins, mantenía en órbita el "Columbia", a una distancia de aproximadamente 111 kilómetros de altura.

Armstrong y Aldrin clavaron en el suelo una bandera de Estados Unidos y hablaron por radio con el presidente Richard M. Nixon en la Casa Blanca. Comprobaron que no era difícil caminar y correr bajo una gravedad seis veces menor que la de la superficie de la Tierra.


Millones de personas pudieron seguir en directo la retransmisión vía satélite del acontecimiento.
El objetivo principal de la misión fue llevar al hombre a la Luna, recoger muestras de la superficie selenita y dejar equipos experimentales que funcionaran después que los astronautas regresaran a la Tierra. Además dejaron una placa con una inscripción que decía: "Aquí hombres del planeta Tierra pisaron la Luna por primera vez, Julio 1969. Venimos en paz para toda la Humanidad". La firmaban los tres astronautas y el presidente Nixon.

Una vez de vuelta al módulo lunar, los astronautas se quitaron los trajes espaciales y descansaron unas horas antes de iniciar el retorno al "Columbia".

El regreso


El 24 de julio de 1969, 8 días después de iniciada la misión, el Apolo 11 caía sobre las aguas del Océano Pacífico, cerca de Hawai, donde lo esperaba el portaaviones Hornet para recogerlos.
Ante la posibilidad de que organismos lunares contaminaran la tierra, los astronautas se vistieron con trajes de aislamiento biológico antes de salir de la nave y fueron sometidos a una cuarentena de tres semanas, días durante los cuales entregaron la mayor cantidad de información que pudieron recordar.


Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 16 de julio de 2007

La Virgen de Itatí


Hoy, en Gotitas de Historia, recuperaremos la historia de la imágen de la Virgen de Itatí. Venerada por miles de files, esta imagen representa una Virgen de cabello negro, de pie sobre una media luna, con las manos juntas en posición de oración, con un rosario rodeandolas.


Sin dudas la belleza de la imagen de Nuestra Señora de Itatí, impacta cada ocasión en que una persona tiene la posibilidad de apreciarla. Su tez morena y la dulzura de sus ojos de Madre, que parecieran constantemente estar mirando a quien acude a ella, hacen que su rostro transmita una sensación de inmensa paz y tranquilidad.


Esta imagen, cuyo cuerpo fue tallado en timbó y su rostro en nogal, mide un metro veintiséis centímetros de altura (1,26 m), representa una Virgen de cabello negro, de pie sobre una media luna, con las manos juntas en posición de oración, con un rosario rodeandolas.


Viste un manto azul, con detalles bordados en dorado y en su cabeza una túnica blanca, sobre la que reposa la corona, rodeada de doce estrellas, que el 16 de Julio de 1900, en el atrio de la Iglesia de la Cruz de los Milagros de la Ciudad de Corrientes, el doctor Paendo de Lastra y Gordillo, por ese entonces obispo de Paraná, Corrientes y Misiones, colocara sobre sus sienes, misma que el Papa León XIII, bendijera en su capilla del Vaticano.


El 23 de abril de 1918, la Virgen de Itatí, fue proclamada Patrona de la Diócesis de Corrientes, creada en 1910 por el Papa Pío X, y hoy es reconocida como protectora de todo el NEA.


Pero, ¿cómo y de dónde llegó esta hermosa imagen a los dominios de Santa Ana? La misma imagen era venerada ya cuando fray Luis de Bolaños y fray Alonso de San Buenaventura, abandonando las misiones del Guairá, la trajeron consigo y extendieron su culto entre los que poblaban los dominios del Yaguarón.


Allí, en lo que es hoy Taba Cué se le construyó un humilde oratorio con las piedras que abundan en el Paraná. Una irrupción de los indios comarcanos, del sur del Tebiacuarí, destruyó el oratorio y se llevó la imagen. Hallada en la reducción de Bolaños, en el cuarto de fray Luis Gómez, de donde la volvió a arrebatar un indio principal llamado José, que poseía una chacra cerca del arroyo Yaguarí, en donde sus hijos pequeños, se dedicaban a la pesca.


En una ocasión en que el Paraná bajó, los indiecitos no pudieron hallar pesca en el arroyo y se fueron hasta el recodo del profundo cauce del río, en las inmediaciones de la Calería, y frente a la llamada lsla Verde, cuál seria el asombro de los indios al divisar sobre una piedra la imagen arrebatada de la Iglesia de la reducción, con su misma indumentaria tallada y el mismo noble y piadoso porte de súplica! La admiración cobró proporciones en aquellas almas sencillas que de inmediato emprendieron el retorno. El padre doctrinero fray Luis Gómez fue informado enseguida y organizó el traslado de la lmagen de Yaguarí.


Pero llegamos a un punto que nos desconcierta de nuevo: según una antigua leyenda oral, que fue alterándose con el correr de los años, "pero que se mantuvo intacta de padres a hijos, en la vida de la población indígena y que, siendo más tarde descuidados y saqueados los archivos del pueblo y menospreciados los antiguos informes, solo se conservó en sustancia", parece que luego del traslado de la imagen a Yaguarí, desapareció sorpresivamente y tras una afanosa búsqueda fue hallada en el mismo lugar donde la encontraron los hijos del indio José. Regresada a Yaguarí, volvió a desaparecer, descubriéndosela en el mismo sitio anterior; con lo que el padre doctrinero comprendió que allí deseaba recibir veneración la Virgen. En consecuencia, el padre Gómez resolvió trasladar la población a las inmediaciones del lugar del hallazgo. "Por otra parte, Yaguarí debía forzosamente trasladarse, ya qué su situación se prestaba a los atropellos, mientras que el lugar del hallazgo, por lo alto y abrupto, se prestaba más para la defensa contra las irrupciones."


Podemos, considerar que, piadosa y maternal, la Virgen indicó el lugar estratégico , para que su culto no se viera impedido por los continuos sobresaltos que debía experimentar en el viejo Yaguarí.


Santa Ana quedó abandonado, siendo desde entonces conocido con el nombre guaraní de Taba-Cué (que fue pueblo); la nueva población recibió su bautismo mariano con el nombre de Pueblo de los Indios de la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora de Itatin, que más tarde fue cambiado por el de Pueblo de la Pura y Limpia Concepción de ltatin por fray Juan de Gamarra.


Fragmento de:"Historia de Nuestra Señora de Itatí" de J. L. Fontenla, 1947.


Escribe: Guillermo Reyna Allan

martes, 10 de julio de 2007






















La muerte del General Lavalle y el destino de su cadaver




Después de la derrota sufrida en Famaillá el 19 de septiembre de 1841, el General don Juan Lavalle mandó ensillar, y con los 200 hombres que le quedaban se retiró hacia Jujuy.
Al llegar a Salta conoció a Damasita Boedo, hermana del Coronel Boedo, una hermosa joven rubia, de ojos azules, que no llegaba a los 25 años de edad, y, enamorado de ella, se la llevó en su retirada.





En la madrugada del 7 de octubre hizo alto sobre el río Sauce, desde donde destacó al Comandante don Pedro Lacasa hacia Jujuy, llegando él ese mismo día por la noche. En Jujuy encontró que las autoridades habían fugado hacia la quebrada de Humahuaca, dejando acéfalo el gobierno.



A las 02.00 horas del día 8, el General Lavalle hizo acampar a sus tropas en unos potreros de alfalfa en los suburbios de la ciudad, en el lugar llamado La Tablada.



El general llegó enfermo, después de una marcha de dieciocho leguas en quince horas al tranco, los disgustos del día y el abatimiento que se había apoderado de su espíritu al ver derrumbarse todas las posibilidades de seguir la lucha.



Ocupó una casa en la ciudad en la que había estado alojado el doctor don Elías Bedoya, en calidad de enviado del general la noche del 8 de octubre, con su secretario don Félix Frías, el Teniente don Celedonio Alvarez con ocho hombres de su escolta y su ayudante Lacasa, que era ese día el edecán de servicio; por supuesto que también iba Damasita con el general.



En medio del profundo silencio de la noche comenzó a despuntar el alba del s bado 9 de octubre de 1841. En la madrugada trágica, una partida federal con unos 30 hombres, al mando del Teniente Coronel Fortunato Blanco, llegó al paso de sus cabalgaduras cerca de la casa donde se alojaba Lavalle.



Al ruido, salió Damasita, e interrogada por el paradero de Lavalle, contestó que, efectivamente, habíase alojado allí, mas que, en ese momento, se encontraba en el campo de La Tablada.



Cerróse la puerta de calle en seguida; Lacasa, que se hallaba durmiendo en la habitación de enfrente, ala derecha, en compañía de Félix Frías, se despertó y prestamente salió al zaguán, y por la puerta que no se había cerrado todavía alcanzó a divisar una partida de federales.



Rápidamente dio la voz de: -A las armas!
Las huestes enemigas parecían completamente desorientadas y no aprovecharon la circunstancia favorable de hallarse abierta la puerta de calle. Ignoraban, por otra parte, que en ella se encontraba el General Lavalle. Lacasa hizo poner de pie a los soldados que se encontraban en el patio y corriendo al fondo de la casa se dirigió al general para pedirle órdenes. No era Lavalle un hombre de intimidarse lo más mínimo por este suceso, y antes de tomar medidas, inquirió:



-¿Qué clase de enemigos son?
-Son paisanos -respondió Lacasa.
-¿Cómo cuántos?
-Veinte o treinta.
-No hay cuidado entonces; vaya usted, cierre la puerta y mande ensillar, que ahora nos hemos de abrir paso.



La puerta de calle fue cerrada con precipitación, lo que produjo aún mayor recelo en la fuerza enemiga, que viendo en ello una señal de resistencia, decidió echarla abajo por algún procedimiento.



Lavalle salió al segundo patio cubierto con una bufanda de vicuña, dado lo temprano de la hora y estado de salud. De valor personal, temerario y de acuerdo a su costumbre, no es extraño que se presentara en el momento de peligro sin ceñir su espada.



El acero que lo acompañó en las guerras de la Independencia lo extravió su asistente en la batalla de Famaillá, por lo cual su secretario le obsequió una espada que fue la que le acompañó hasta su muerte.



Quería disponerlo todo por sí mismo con su arrojo y su intrepidez ante el peligro.
Pero ahora no se trataba de combatir con 97 granaderos contra 500 soldados enemigos, como enRío Bamba, o 100 contra 300, como en Pasco; ahora era una escaramuza, una especie de búsqueda policial inquiriendo de qué se trataba.



Al llegar a la siguiente puerta, que estaba cerrada, el general observó la partida por el ojo de la cerradura; en ese momento sonó un balazo..., luego dos má s, tirados contra la fuerte y tosca puerta de cedro que guardaba la entrada principal de la casa. Este fuego sin dirección, hecho por la patrulla federal contra la casa, tuvo una virtud que ellos no soñaron. Una de las balas penetró por la cerradura e hirió mortalmente al General Lavalle, quien se dobló hacia adelante. La bala, que luego conservaría el General don Bartolomé Mitre como una reliquia, se alojó en su garganta.



La herida era mortal. El general cayó cerca del zaguán. Su sangre, que manaba en abundancia, empapó su bufanda de vicuña.



El autor de su muerte era un mulato llamado José Bracho, quien luego habría de conocerse entre algunos federales como el "héroe de la cerradura".



Lacasa, que había precedido a su jefe penetrando en la habitación, salió precipitadamente y encontró a Lavalle en el suelo en los estertores de la agonía. Luego quedó inmóvil, con los ojos abiertos hacia la puerta del zaguán que habría de ser famosa, y por donde su arojo había pensado buscar la libertad en una arremetida audaz.



Nada podía ser más inesperado que el trágico fin del jefe que los había llevado a tantas batallas.
Algunos corrieron a incorporarse al grueso de las fuerzas que no lejos de allí estaban al mando de Pedernera, quien desde aquel momento tuvo que asumir el mando de las huestes, cada vez más diezmadas.



Estando en los preparativos para continuar la retirada, con el cadáver del general, se presentó Damasita al General don Juan Esteban Pedernera, quien al verla le dijó:



-Mire usted, Damasita: el general ya ha muerto; me parece por lo mismo que su presencia aqu¡ ya no tiene objeto. Seguramente que usted desear volver al seno de su familia, y si esto es así, le haré dar todos los recursos necesarios para que usted regrese a su casa.



Pero ella, que era de un alma entera, replicó con admirable entereza:



-Señor general: cuando una joven de mi clase pierde una vez su honra, no puede volver jamás a su país. Prepáreme usted una mula para seguir yo también adelante, y vivir y morir como Dios me ayude. '



En casa del General don Juan Gregorio de Las Heras, a los pocos días de la muerte del General Lavalle, se hallaban reunidos el General Deheza, el Coronel de la Plaza y el General Don Mariano Necochea. Al tener conocimiento de la tragedia, el último dijo:



-­Pobre Juan! Los malos ejemplos de don Simón le habían trastornado la cabeza .
-El terreno estaba bien preparado -agregó otro de los presentes.



El cadáver permaneció bastante tiempo tirado en el suelo 'hasta que el General Pedernera dispuso que fuese levantado.



Así cayó el bravo General don Juan Galo de Lavalle, el héroe de Río Bamba, el magnífico soldado de Nazca, el rey de los arenales de Moquehuá .



Su cuerpo inanimado fue colocado en su hermoso tordillo y la caravana triste y silenciosa comenzó su santa peregrinación hacia la catedral de Potosí, tras el jefe muerto, puesto a la vanguardia para evitar que cayese en poder de las fuerzas de Oribe, que lo ansiaban tenazmente para llevar su cabeza a Rosas.



A veinticuatro leguas de Jujuy, como la descomposición del cadáver del general dificultaba la marcha, dispusieron descarnarlo, y el Coronel don Alejandro Danel practicó esta penosa operación.



Con el propósito de disecar mejor los huesos, fueron tendidos al sol sobre el techo de un rancho. Inesperadamente un cóndor descendió vertiginosamente de las nubes y apoderándose del cúbito del brazo derecho de Lavalle, remontó a las alturas.



Aquel cóndor, expresión de gallardía y fiereza de esos inmensos dominios solitarios y agrestes de la montaña y el espacio, tal vez quiso levantar en alto llevando y mostrando como trofeo el hercúleo brazo sableador del ínclito Granadero de San Martín.



La caravana hizo 163 leguas. El 22 de octubre de 1841, a las 21,00, llegó a Potosí, siendo recibida por el Presidente de Bolivia, quien dispuso que los restos del General Lavalle fueran depositados en la Catedral.



Damasita Boedo marchó con la caravana a Bolivia; llegó a Chuquisaca, y allí volviéronse locos los coyas más engreídos y retobados de amor por ella, y, conocedores de la aventura de que había sido objeto y por quien ahora peregrinaba sola en el extranjero, pretendieron reemplazar a Lavalle en la posesión de tan peregrina beldad. Pero no pudieron. La joven no había nacido para los coyas.



Un chileno cargó al fin con ella. Era Billinghurst, ministro plenipotenciario de Chile. Bajo su amparo pasó a Chile, donde vivió con el lujo y la holgura que le prodigaba su generoso amante; y lo que fue más tachable en ella es que regresó a Salta, punto de la tierra donde tan bizarramente había protestado ante el cuerpo del General Lavalle no volver jam s por culpa del muerto y causa de su deshonra.



Pero abandonó su juvenil rubor, volvió a la tierra de los suyos, que había hecho votos .de no volver; deslumbró e incitó la envidia por sus trajes riquísimos y sus chales de seda con que se paseó por las calles, se zarandeó por paseos y se arrodilló en los templos, resplandeciendo todavía al lado de sus sedas y sus joya su amabilísima hermosura. Volvió a Chile, donde murió.



En 1858, los restos del General Lavalle fueron trasladados a la Capital, y actualmente descansan en el cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, y el epitafio de su tumba encierra el postrer y eterno homenaje del pueblo argentino:



"Granadero: vela su sueño y si despierta dile que su Patria lo admira." Josué Igarzabal "Reflejos del Pasado"




Escribe: Guillermo Reyna Allan






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