jueves, 20 de diciembre de 2007

¿Jesús o Papá Noel?






Como tengo barba larga y cabello blanco, muchos niños me ven y me llaman Papá Noel. Yo les explico, sin convencerlos, que sólo soy hermano de Papá Noel. Y que mi función es mirar por los niños, observar si estudian bien, si tratan bien a sus compañeritos y si escuchan los buenos consejos de sus padres. Les digo que, después, se lo cuento todo a Papá Noel, y que él en Navidad va a traerles lindos regalos. Uno de esos días, uno me siguió curioso y cuando me vio entrar en el automóvil corrió hacia su padre y le dijo: «Papá, Papá Noel no vino en trineo; vino en auto».
Este es un tipo de Navidad con su correspondiente imaginario. Papá Noel es una figura del mercado. Es el viejito bueno que trata de seducir a los niños para que sus padres les compren regalos. El recuerdo de que él representa a san Nicolás, que también traía regalos, desapareció, para dar paso a la figura infantilizada del vejete bonachón que saca sorpresas del saco, que antes fueron compradas y puestas allí dentro.
Como en todas las casas hay televisión ―puede faltar el pan pero nunca la televisión―, los niños pobres ven a Papá Noel y sueñan con el mundo encantado que él les muestra, lleno de regalos, carritos, muñecas y juguetes electrónicos, a los que ellos difícilmente tendrán acceso. Y sufren por eso, a pesar del brillo embelesado de sus ojitos infantiles. El mercado es el nuevo dios que exige el sometimiento de todos. Por eso los niños presionan a sus padres para que Papá Noel pase por allá, por «casa». Entonces son los padres los que sufren por no poder atender las demandas de sus hijos seducidos por tantos objetos-fetiche mostrados por Papá Noel.
El mercado es una de las mayores creaciones sociales. Pero ha habido y hay muchos tipos de mercado. El nuestro, de corte capitalista, es terriblemente excluyente y, por eso, victimario de personas y de empresas. Es sólo competitivo y nada solidario. Solamente cuenta quien produce y consume. Quien es pobre debe contentarse con migajas o malvivir en la marginalidad. En Navidad, Papá Noel es una figura central del consumo para quien está dentro del sistema y puede pagar.
La navidad del Niño Jesús es diferente. Él nació en una familia pobre y honrada. En el momento de su nacimiento en una cueva, entre animales, cantaron los ángeles en el cielo, los pastores se quedaron inmóviles, por la emoción, y hasta unos sabios vinieron de lejos para saludarle. Cuando fue mayor, se convirtió en un magnífico contador de historias y predicador ambulante con un mensaje de total inclusión de todos, comenzando por los pobres, a los que llamó bienaventurados. Las personas que guardan su memoria sagrada, escuchan en la Nochebuena la historia de cómo nació y celebran la presencia humanitaria de Dios, que asumió la forma de un niño. Y lo festejan cenando con la familia y los amigos. Aquí no hay mercado ni excluidos, sino luz, alegría y confraternización. El intercambio de regalos simboliza el mayor presente que Dios nos dio: Él mismo en forma de niño. Él nos alimenta la esperanza de que podemos vivir sin el Papá Noel que nos vende ilusiones.
Dom
Pedro Casaldáliga ante un indito recién nacido escribió: «No he visto la tal estrella, pero he visto a un Dios muy pobre. María estaba despierta, despierta estaba la noche. Y estaba sobresaltado para siempre el rey Herodes». El rey Herodes no es ya una persona, sino un sistema que continúa devorando personas en el altar del consumo solitario.
Fuente: Otro mundo es posible
Escribe: Guillermo Reyna Allan

jueves, 13 de diciembre de 2007

Nabucodonosor






A pesar de ser el rey más importante de Babilonia, no se conoce a la perfección el reinado de Nabucodonosor.



Hoy en Gotitas de Historia, recordamos a uno de los personajes más importantes de la historia antigua.






Tras la caída de Asiria será Babilonia quien alcance la hegemonía en el Creciente Fértil. En los primeros años del reinado de Nabucodonosor se hace casi una campaña anual en dirección a las tierras de Siria. Karkemish pasó a manos babilonias como paso previo de la toma de Palestina y Siria, dura labor que costó importantes esfuerzos al ejército babilonio. Esta actitud expansiva por la zona siria provocó la intervención de Egipto, deseoso de mantener su hegemonía sobre los puertos del Líbano.



El primer enfrentamiento egipcio-babilonio se produjo en 601 a.C., obteniendo la victoria los primeros. Estos hechos provocaron que Joaquim de Judá rompiera con Nabucodonosor durante tres años hasta que el rey babilonio puso sitio a Jerusalén. La ciudad fue saqueada y Joaquim deportado a Babilonia, entronizando a Sedecías como rey de Judá. Era evidente que los países palestinos no veían con buenos ojos la dominación ejercida por Nabucodonosor.



Con la ayuda del faraón Apries se organizó una coalición formada por Egipto, Judá, Amón y Fenicia mientras Edom y Moab permanecían neutrales. Nabucodonosor pasó rápidamente a la acción y trasladó sus tropas a Fenicia que fue sometida, introduciéndose en Judá donde la mayoría de las ciudades fueron ocupadas. Jerusalén resistió durante dos años antes de caer capturada. A pesar de las victorias, Nabucodonosor volvió a encontrar resistencia de las regiones sirio-palestinas que siempre contaban con la inestimable ayuda de Egipto. No en balde, Necao ocupó el territorio de Gaza. Pero a partir de 568 a.C. las relaciones entre Egipto y Babilonia parecen más estables, respetando sus respectivas áreas de influencia.



En el aspecto interior, el reinado de Nabucodonosor fue bastante favorable ya que puso en marcha una política de recuperación nacional, tras diez años de guerras internas. Los canales fueron rehabilitados, la agricultura restablecida y las ciudades reconstruidas. Un periodo de prosperidad se abre para el país, salpicado de momentos de tensión provocados por las esporádicas revueltas.
Fuente: Biografías y Vidas.com
Escribe: Guillermo Reyna Allan

sábado, 8 de diciembre de 2007

Festividad de la Inmaculada Concepción


Inmaculada Concepción significa: "Concebida sin mancha de pecado original"; siendo este el dogma de fe otorgado a la Virgen María, por nuestro Creador. Sobre ello, el hombre fue tomando conciencia, a pesar del misterio que encierra y la adoración a la madre de Jesús se registra desde el siglo I, cuando San Ireneo, ya pedía la adoración de la Virgen.
Este santo, nació alrededor del año 140 en Asia Menor, fue obispo de Lyon y fundador de la Iglesia en la Galia (Francia); murió posiblemente en el 202. Fue autor de “Adversus Haereses” (Contra los herejes), una obra en la que rechaza en bloque las tesis de los herejes gnósticosde la época, que describían el mundo como generado por un creador malvado
En 1483, el Papa Sixto VI, propagó la fiesta de la Inmaculada Concepción a todas la iglesias de occidente. Más tarde, el 8 de diciembre de 1854, el Sumo Pontífice, Pío IX, después de recibir peticiones de los obispos y Universidades Católicas de todo el mundo, se reunió en la Basílica de San Pedro en Roma, con más de 200 prelados, cardenales, arzobispos, obispos, embajadores y miles y miles de fieles católicos, para declarar solemnemente que la doctrina que dice que María fue concebida sin pecado original, ha sido revelada por Dios y que todos están obligados a creerla como dogma de fe: “...la bienaventurada Virgen María, fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepcióón por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”.
Como fondo a tal revelación, las campanas de las 300 torres de Roma empezaron a repicar. Cientos de palomas mensajeras, iniciaron su vuelo para llevar la noticia a todo el mundo católico. Desde entonces, en los miles de templos católicos del mundo se celebran grandes fiestas en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Años más tarde, el Papa Pío XII, reitera el significado de esta verdad de fe: que María fue concebida libre de la mancha del pecado original; tal como también está expuesto en el libro sagrado La Biblia, que explica: “Para ser la Madre del Salvador, María fue dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante”. En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel la saluda como “llena de gracia” (Lucas 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación, era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios. A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María, “llena de gracia” por Dios, (Lucas 1, 28) había sido redimida desde su concepción.
La Inmaculada Concepción, es patrona de Pucallpa, Sicuani, Juli, Chuquibamba. Se le ha dedicado la Catedral de Huancavelica y además es patrona de la ciudad y la diócesis en Chiclayo. También se le venera en Mochumí; Junín, Concepción y Chupaca; en Piura, Talara y Ayabaca; y en el Cusco, lugares donde se le celebra el 8 de diciembre. Pero también tiene festividades en otras fechas, siendo la de mayor convocatoria, la que se realiza en Otuzco, La Libertad, entre los días 13, 14 y 15 de diciembre. Allí se le conoce como La Virgen de La Puerta.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Andrés Guacurarí (La batalla de Apóstoles)






"Si Andresito y sus hombres no hubieran detenido a los portugueses, San Martín no podría haber seguido con su campaña libertadora..." Las palabras del profesor Julio Alejo Gómez definen la proeza del comandante indio. "Andresito permaneció oculto durante muchos años y recién hoy está cobrando la importancia que merece dentro de la Historia Argentina", concluyó el docente.

Hoy Gotitas de Historia, recuerda, con justicia, al máximo prócer de estas tierras...

Fue un indio guaraní. Nació en Santo Tomé o San Borja probablemente el 30 de noviembre de 1778. Vivió en Santo Tomé con su madre a partir de la invasión luso-brasileña de 1801. Fue educado por el cura del pueblo. Su nombre, como él lo escribía era Andrés Guacurarí; los luso-brasileños lo llamaban Artiguinhas o Andrés Tacuarí. Fue más conocido como Andresito.
Su cultura fue bastante completa. Fue músico. Hablaba y escribía correctamente castellano, portugés y guaraní.
José Artigas fue su padrino quien en 1811 lo adoptó. A partir de allí se lo conoce como Andrés Guacurarí y Artigas o Andrés Artigas.
Su lucha se orientó hacia dos objetivos:- la lucha contra las fuerzas extranjeras que invdieron el territorio misionero,- la defensa de los principios federalistas sustentados por Artigas.
Cuatro fueron las campañas militares de Andresito.


1) Campaña del Río Paraná contra la invasión paraguaya(1815).

Andresito fue designado por Artigas en 1815, Comandante General de Misiones, cargo que ocupó hasta 1816. El Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, so pretexto de inconducta de las fuerzas artiguistas en su frontera, dispuso la ocupación de los pueblos misioneros de la banda oriental del Paraná. El capitán paraguayo Francisco Antonio González se apoderó en agosto de 1815 violentamente de los pueblos de Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus. Posteriormente lo reemplazó el comandante José Isasi. Artigas ordena a Andresito que impida el avance paraguayo y que los haga repasar el río Paraná. Organizó una fuerza de 500 hombres (indios) de infantería y caballería. Se recupera Candelaria; el asalto fue dirigido por fray José Acevedo y el capitán Manuel Miño el 10 de Septiembre de 1815. Isasi se entrega. Con posterioridad Andresito recupera los demás pueblos: Santa Ana, San Ignacio Miní, Loreto y Corpus.

Andresito Gobernador de Misiones

Asumió el gobierno de Misiones con el cargo de Comandante General. Instaló su sede en Candelaria. Su gobierno fue recto y justo, procediendo en todo, conforme a la orientación política artiguista. Recuperó los pueblos misioneros sobre el Paraná. Los Cabildos indios volvieron a funcionar regularmente durante su gobierno. Se encargaron de administrar las estancias y yerbales y comerciar con las demás provincias. Instaló una fábrica de pólvora en Concepción. Ordenó la construcción de rústicos hornos para fabricar chuzas.Toda su organización fue interrumpida por la invasión portuguesa.

2) Primera Campaña del Río Uruguay contra la invasión luso-brasileña (1816).

Es intención de Andresito la reconquista de las misiones Orientales. Inicia la marcha con 1000 hombres desde Santo Tomé. Obtiene un triunfo en Sao Joao Vello. Por proclama hace saber a los 7 pueblos sus intenciones. Instaló su campamento en Itaquí (frente a Alvear, Corrientes). Los luso-brasileños tienen su campamento en San Borja. Se produce un combate en Rincón de la Cruz, triunfa Andresito y recibe la adhesión de los naturales de la región. Andresito sitió San Borja el 21 de septiembre de 1816, los luso-brasileños se resisten, después reciben refuerzos y derrotan a Andresito obligándolo a retirarse repasando el río Uruguay. Los portugueses vuelven a atacar en 1817 en la cercanía de la barra del Aguapey. Por órdenes del gobernador de Río Grande do Sul, los luso-brasileños saquearon e incendiaron los pueblos de Yapeyú, La Cruz, Santo Tomé, Santa María y Mártires. Saquearon únicamente a Apóstoles, San José y San Carlos y llevaron cuanto había de valor. Dos veces más atacaron los portugueses pero los ejécitos de Andresito los derrotaron en Apóstoles y San Carlos.

3) Campaña de Corrientes en defensa del federalismo (1818-1819).


Luego del combate de San Carlos, Andresito instaló su cuartel en Tranquera de Loreto y vigiló los movimientos de los paraguayos y de los portugueses. Recibió las órdenes de Artigas de marchar sobre Corrientes para reestablecer la autoridad federal, resentida por un golpe militar dirigido por el capitán José F.Vedoya adherido al centralismo porteño. Se produjeron dos encuentros, uno en Caa-Catí y otro en Saladas en 1818, ambos posibilitaron el triunfo de Andresito.

Andresito Gobernador de Corrientes

Ejerció la gobernación hasta abril de 1819. Reorganizó el gobierno civil. Ningún pueblo dejó de tener autoridad constituída. Había un enfrentamiento entre el patriciado de las ciudades capitales y las masas rurales. La sociedad correntina estaba acostumbrada desde la época de las colonias, a encomiendas donde no existían los sueldos y se trabajaba por la comida; a los hijos se los tenía en las casas de viejas familias como "criados", con la paga del plato diario. Los indios eran la base de todas estas actividades y los esclavos. Andresito se abocó a la tarea de liberar indios y esclavos. Realizó el reparto de tierras a los que las necesitaban y a los que las querían para trabajarlas.

4) Segunda campaña del río Uruguay contra la invasión luso-brasileña (1819).

Para 1819 el ejército de Artigas no contaba con suficientes medios ni hombres para resistir a los invasores. Sólo Andresito volvió a la lucha; abatió guarniciones enemigas y tomó posición de los pueblos de las misiones orientales. Se instaló en San Nicolás. Quiso atacar a Chagas, pero el asalto fracasó y los luso-portugueses se retiraron y pidieron refuerzos a Porto Alegre y a Alegrete. Andresito marchó al sur intentando contactarse con Artigas, pero no lo consiguió. Chagas con refuerzos retomó San Nicolás. Andresito decide volver y en su contramarcha chocó con las poderosas fuerzas brasileñas en Itá-Curuví en Julio de 1819. El combate fue violento. Andresito debió retirarse y dispersar sus tropas con la consigna de reunirse en la otra banda del río Uruguay, en nuestra provincia. Algunos lo consiguieron, otros grupos fueron alcanzados por los luso-portugueses y se produjeron sangrientos entreveros, en uno de los cuales perdió a vida el cacique Tiraparé. Cuando Andresito se preparaba para cruzar el río en una jangadilla con un pequeño grupo fue sorprendido por una fuerte patrulla que lo tomó prisionero.
Fue llevado a las cárceles de Porto Alegre a pié, con cueros frescos atados por el cuello que se iban secando en el camino. Debió trabajar en obras públicas. Luego fue llevado a un pontón a Río de Janeiro con otros compañeros y luego a la isla Das Cobras.
El español D. Francisco de Borja Magariños gestionó y obtuvo su libertad, poniendo fin a su calvario en 1821.
El 3 de julio de 1821 Andrés Guacuaraí arribó a Montevideo y a partir de esa fecha se pierden sus rastros. No se sabe si murió en Montevideo, si volvió a Misiones, si murió en el viaje, si fue envenenado en la prisión.
Lo que si se sabe es que con su prisión Misiones perdió uno de sus mejores hombres. Su acción permitió que esta provincia quedara para la patria.



Fuente: Historia de la provincia de Misiones - Gobierno de Misiones


Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 19 de noviembre de 2007

Santa Cecilia



22 de Noviembre, Día de la Música. Gotitas de Historia recuerda hoy a Santa Cecilia en cuyo homenaje se celebra este día.
En el año 1594 Santa Cecilia fue nombrada patrona de la música por el Papa Gregorio XIII y, a través de los siglos, su figura ha permanecido venerada por la humanidad con ese padrinazgo. Su fiesta es el 22 de noviembre, fecha que corresponde con su nacimiento y que ha sido adoptada mundialmente como el Día de la Música.

El padrinazgo de la música le fue otorgado por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música.

Por más de mil años Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica.
Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.
Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano. Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda.
El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.
En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrado patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.
En 1599 permitieron al escultor Maderna ver el cuerpo incorrupto de la santa y él fabricó una estatua en mármol de ella, muy hermosa, la cual se conserva en la iglesia de Santa Cecilia en Roma. Está acostada de lado y parece que habla.
En Roma había ya en el año 545 un templo dedicado a esta gran Santa.

Escribe: Guillermo Reyna Allan

jueves, 8 de noviembre de 2007

José Hernández






El 10 de Noviembre de cada año, en la Argentina, se celebra el "Día de la Tradición". La fecha fue instituída en homenaje al creador del Martín Fierro, José Hernández.Hoy, "Gotitas de Historia", refleja brevemente la biografía del gran escritor.
Hijo de don Rafael Hernández y de doña Isabel Pueyrredón, José Hernández nació el 10 de noviembre de 1834 en la chacra de su tío, Don Juan Martín de Pueyrredón, antiguo Caserío de Pedriel, hoy convertida en el Museo José Hernández (Partido de San Martín).
Este argentino nativo expresó diferentes talentos a lo largo de su vida: fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, estanciero, soldado y político. Comenzó a leer y escribir a los cuatro años y luego asistió al colegio de don Pedro Sánchez. En 1843, cuando su madre falleció, su padre, que era capataz en la estancias de Rosas, lo llevó a vivir al campo por recomendación médica, ya que, a pesar de su juventud, se encontraba enfermo.En el entorno campestre, José Hernández tomó contacto con gauchos e indios. Debido a su proximidad con ellos, tuvo la oportunidad de conocer sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también, a entender sus dificultades en la vida cotidiana.

En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre –quien fue fulminado por un rayo-, se instaló en la ciudad de Paraná. Allí, el 8 de junio de 1859, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar. Tuvieron siete hijos. Inició su labor periodística en el diario "El Nacional Argentino", con una serie de artículos en los que condenaba el asesinato de Vicente Peñaloza. En 1863 estos artículos fueron publicados como libro bajo el título "Rasgos biográficos del general Ángel Peñaloza".
En el orden legislativo se desempeñó como diputado, y luego, como senador de la provincia de Buenos Aires. Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires pasó a ser la capital del país.En 1869 fundó el diario "El Río de la Plata", en cuyas columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. También fundó el diario "El Eco" de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos "La Reforma Pacífica", órgano del Partido Reformista, "El Argentino", de Paraná y "La Patria", de Montevideo.


En el orden militar actuó en San Gregorio, en El Tala e intervino en las batallas de Pavón y de Cepeda. Luchó además junto a López Jordán en Entre Ríos. Debido a los continuos enfrentamientos civiles durante los años '50 y '60, se vio obligado a viajar y trasladó su residencia a menudo. Vivió en Brasil, en las provincias de Entre Ríos y Rosario de Argentina y en Montevideo (Uruguay). En 1870, al fracasar una revolución, tuvo que volver a Brasil. Dos años después, gracias a una amnistía que paró la violencia, pudo volver al país. El 28 de noviembre de 1872, el diario "La República" anunció la salida de "El Gaucho Martín Fierro" y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa. Este poema de género gauchesco se convirtió en la pieza literaria del más genuino folclore argentino y fue traducido a numerosos idiomas. El libro es considerado la culminación de la llamada "literatura gauchesca" y es una de las grandes obras de la literatura argentina. En él, Hernández rinde homenaje al gaucho, quien aparece en su ser, en su drama cotidiano, en su desamparo, en sus vicisitudes y con sus bravuras. Su inesperado éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó en 1879 a continuarlo con "La vuelta de Martín Fierro", edición ilustrada por Carlos Clérice. En 1881, publicó su obra "Instrucción del Estanciero". El 21 de octubre de 1886 murió en su quinta de Belgrano. Sus últimas palabras fueron: "Buenos Aires... Buenos Aires...".

Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 22 de octubre de 2007

Santiago de Liniers








Poco tiempo fue el que pasó Liniers en Misiones. Sin embargo, el
francés dejó su impronta en estas tierras. Se ocupó de ellas y
estudió la realidad de la, hasta entonces, tierra inhóspita. Hoy,
Gotitas de Historia refleja la biografía del militar galo en la
idea de brindar un aporte a quienes, de una u otra forma, forman
parte de la historia de nuestra provincia.

Santiago de Liniers y Bremond, Caballero de la Orden de San Juan,
Caballero de la Orden de Malta, Capitán de navío de la Real
Armada, Comandante General de Armas de Buenos Aires y Virrey del
Río de la Plata, nació en la ciudad francesa de Niort el 25 de
Julio de 1753. Hijo de Jaeques de Liniers, oficial de la rnarina
gala, y de Enriqueta de Bremond, ingresó en la Orden de Malta
como paje del Gran Maestre Manuel Pinto de Fonseca, después de
cursar estudios con los padres del convento del Oratorio. Durante
tres años permaneció en la escuela militar de dicha Orden, hasta
egresar, en 1768, a los 15 años, con la cruz de Caballero.
En Francia ingresó en el regimiento de Royal-Piémont, llegando a
Subteniente de caballería, pero en 1774 solicitó la bajá en
Carcassonne, para ir hacia Cartagena, donde se alistó como
voluntario en una de las cruzadas contra los moros argelinos. En
esa oportunidad sirvió como edecán del príncipe de Rohan. Su
rutilante foja de servicios será, en el futuro, comentario de
Buenos Aires, debido a que lo rodea de un halo de romanticismo y
aventura. Al concluir la campaña en Africa, rindió examen de
guardia-marina y no tardó en ascender a alférez. En 1775 se
embarcó con la expedición de Pedro de Cevallos, y a las órdenes
de ése participó en la ocupación de la isla de Santa Catalina y
en el ataque a la Colonia del Sacramento. luego, entre 1779 y
1781, fue oficial del navío San Vicente, un barco de la escuadra
franco-hispana que luchó contra la flota inglesa, Se encontró más
tarde en el sitio de Mahón y en la conquista de Menorca, y fue
ascendido, por su actuación en estos encuentros, a Teniente de
navío. En el sitio de Gibraltar actuó como segundo jefe de la
batería flotante Talla Piedra, campaña en la que poco después,
como Comandante del Fincastle, se apoderó del barco corsario
Elisa, de origen inglés. Este nuevo hecho le valió las insignias
de Capitán de Fragata.

En 1788 fue enviado al Río de la Plata para, organizar una
flotilla de cañoneras. Llevó consigo a su hijo Luis y a su
primera esposa, Juana de Menviel, con quien había contraído
enlace en Málaga. Pero ella murió en Marzo de 1790 y Liniers
volvió a casarse, esta vez en Buenos Aires, con María Martina
Sarratea, hija de Martín de Sarratea.
Luego de dirigir la fortificación de la plaza de Montevideo, en
1796, como Jefe de la escuadrilla española, obtuvo el grado de
Capitán de Navío. En 1803 el Virrey Joaquín del Pino lo nombró
Gobernador de Misiones, y hacia allí se trasladó Liniers para
hacer, además, un estudio político y científico de la región,
cuyas conclusiones volcó en Junio de 1804 en un estudio especial.
En el viaje de regreso a Buenos Aires murió su esposa María
Martina, y al arribar a la Capital, el Virrey Rafael de
Sobremonte le encargó la defensa de la Ensenada de Barragán. Allí
fue sorprendido por la primera invasión inglesa, en 1806. Su
actuación en la Reconquista y posterior Defensa de Buenos Aires
representa el máximo galardón en la biografía de caudillo, que
fue premiado con el cargo de Virrey del Río de la Plata.
Al ocurrir la invasión napoleónica a España sus adversarios conspiraron contra él, tachando de sospechoso su españolismo. Álzaga y Elío fueron los cabecillas de este movimiento, que el 1º de enero de 1809 le hubiera arrebatado el mando, de no mediar la decisión de don Cornelio Saavedra y los cuerpos armados porteños. Finalmente la Junta de Sevilla lo reemplazó en el cargo de virrey por Baltasar Hidalgo de Cisneros. Liniers se retiró a Córdoba, tras entregar el mando a Cisneros. Allí se encontraba al ocurrir la Revolución de Mayo en 1810, y quiso con el gobernador Gutiérrez de la Concha, defender los derechos del Rey. Pero las milicias no le respondieron. Liniers fue arrestado y condenado a muerte, sentencia que hizo cumplir el vocal Castelli en el Monte de los Papagayos, cerca de la posta de Cabeza de Tigre, el 26 de agosto de 1810.Sus restos fueron llevados, en 1862, al Panteón de Marinos Ilustres de San Carlos, Cádiz y su estatua fue emplazada en la Plazoleta San Nicolás, en la Avenida Corrientes casi esquina Reconquista de la ciudad de Buenos Aires, siendo autorizada por Ley Nº 22.824 del 1º de junio de 1983.

Fuente: “Buenos Aires: historia de las calles y sus nombres”de Vicente Osvaldo Cutolo–2da. Edición) - Historia del país

Escribe: Guillermo Reyna Allan

miércoles, 10 de octubre de 2007

Caraguatay y el Che


Hoy la colonia Caraguatay está en Montecarlo en la provincia de Misiones, su nombre proviene del guaraní y significa "agua de ananá silvestre", tierra óptima y de bellezas naturales se encuentra el "Hogar Misionero del Che Guevara", una cuna de leyenda de un parque temático que rescata las vivencias de la primera infancia del Che plagada de mística histórica. Una historia que relataremos tomando en cuenta imaginar las condiciones inhóspitas de la zona que conmovieron la región en 1926 cuándo la familia De la Serna se instaló con toda la precariedad para buscar un futuro mejor.

Estos son los comiezos de la vida de Ernesto Guevara Lynch padre y Celia De la Serna cuándo llegaron a la provincia de Misiones dejando atrás la oposición de su famailia en Buenos Aires.
Con su mujer jóven al casarse delinearon su futuro estar asociado a la explotación de un yerbal de 60 mil Ha en las coloradas tierras misioneras en la región de Caraguatay en plena selva, cerca del rio Paraná y con sus conocimientos aprendidos en la Facultadad de Arquitectura construyó su casa de madera que llamó "La calesita" y sobre el paraje relató: "Allí en la misteriosa Misiones todo es obsesionante: la selva impenetrable llena de enormes árboles que ocultan el sol con lianas é isipó. el yaguareté, el gato onza, el puma, el yacaré y el oso hormiguero son los dueños de la región para hacer que todo Misiones atrape y atrae"...

Con éstas palabras Ernesto Guevara Lynch descubrió el lugar dónde pretendió vivir con su mujer por esa "fiebre yerbatera", pero que tuvo que dejar después de un año para emigrar con su mujer embarazada a Rosario y cambiar su rumbo a instancias de un amigo que conocía de su experiencia en la explotación de las tierras misioneras y las consecuencias que podría causarle por la diversidad de su pensamiento.

Al oir la propuesta como padre de familia conociendo el influjo del verde selvático sobre la tierra colorada que absorbía a todos aquellos que se quedaron por ese misterio que relató un sabio francés Amadeo Bompland cuándo visitó Misiones y lo ganó la selva con su permanencia por 40 años donde escribió su obra que definía la Argentina y el Paraguay de ésos tiempos de inmigrantes colonos.

A su alrrededor la familia de "Teté" como le decían al Ché en sus primeros años de bebé, veían al "mensú", al trabajar mensualizado recolectando como el más hostigado trabajador rural cambiando la comida y alojamiento de pésimas condiciones.

Celia De la Serna quedó embarazada por segunda vez y los momentos difíciles hicieron tomar su desición de volver a Buenos Aires para tener mejores condiciones para el nacimiento en 1929 cuándo nació Celia Guevara De la Serna, su hermana mayor y que también Ernesto se encontraba en la capital del país.

El padre de la familia quería volver a Misiones pero eso no ocurrió más que algunas veces sólo por cuestiones administrativas. Así Misiones para el Ché fué solo un recuerdo de infancia de un período que combinaba la libertad en el monte y la terrible opresión que sufrían sus habitantes con las injusticias que a lo largo de los años posteriores, Ernesto Ché Guevara buscó revertir.

Caraguatay en plena selva fué su lugar residente entre un cerro y el río Paraná de 600 m de ancho y cerca su casa donde pasó sus primeros años de vida su nacido primogénito de Ernesto Guevara quién la historia llamaría el "Ché" posteriormente despuès de llegado de Rosario en 1928.

Así la dura tarea del molino yerbatero se complementaba con la crianza soportando las cálidas y sofocantes temperaturas del lugar, su hijo pasaba su tiempo vestido con un buzo de algodón que cubría su cuerpo ante el temor de los muchos insectos lo picaran y contagiara la malaria. Carmen Arias era su nurse que se ocupaba de cuidarlo en ese entorno natural y selvático inseguro como así de las marcas que las injusticias laborales dejaban en aquellos que trabajaban la tierra ya que la provincia estaba explotada en manos de unos pocos terratenientes.

Fuente: Emil Domec - Noticias

Escribe: Guillermo Reyna Allan

martes, 25 de septiembre de 2007

Cabral, soldado heorico




Héroes anónimos de nuestra historia, los granaderos Baigorria y Cabral fueron artífices de un hecho que permitió, a la postre, la libertad del continente americano. Gotitas de Historia recuerda hoy al Sargento Juan Bautista Cabral.
Cabral, nació en un establecimiento de campo de Saladas, Provincia de Corrientes, fue hijo de Carmen Robledo y Francisco, servidor de los dueños de la estancia donde residían sus padres. Adoptó ese apellido por los usos y costumbres de aquella época. Posteriormente se sabría que el verdadero padre de Juan Bautista Cabral sería José Jacinto Cabral y Soto. Por lo tanto, el héroe de San Lorenzo tiene antecedentes de ocultos linajes a través de su padre; un linaje, una estirpe que no se afrentan en cuanto ser ontológico, Cabral lleva consigo todo lo de trascendente que su humana condición implica y que además confirma con su renunciamiento sublime en el Campo del Honor.
La fecha de nacimiento de Cabral permanecerá en la sombra de la in documentación. Únicos registros posibles -los libros de bautismo- se los supone desaparecidos en episodios de fuego sufridos por la iglesia lugareña, razón por la cual solamente podemos tener algún indicio a través de la tradición oral. Si aceptamos como válida la confesión de Luis Cabral a su esposa Tomasa de Casajús acerca de la filiación de hijo natural y el no bautismo hasta después de la muerte del declarante, debemos conocer algunos detalles de esta cronología. Así sabemos que Luis Cabral y Soto fue Alcalde Provincial de Corrientes en 1818, lo que nos indica claramente que no pudo haber sido bautizado sobre la base de esta confesión porque ya se había producido el hecho irreversible de San Lorenzo.

...La tradición familiar que se cita es el equivalente a la tradición oral que hemos considerado ya, en cuanto ninguna de ellas tiene la base cierta del documento fehaciente que otorga credibilidad a lo que se expresa. No obstante esta indefinición en cuanto a la fecha de nacimiento, en el calendario escolar del Consejo General de Educación de la provincia de Corrientes se incluye como día del natalicio de Juan Bautista Cabral el 13 de agosto, en que las Escuelas de su jurisdicción rinden homenaje al héroe de San Lorenzo."
Su Incorporación al Escuadrón de Granaderos a Caballo
"Con la llegada del entonces Teniente Coronel don José de San Martín a Buenos Aires en marzo de 1812, el gobierno cuenta con un militar de avanzada profesionalidad, conocedor de las tácticas y estrategias de los ejércitos europeos, como que se ha batido exitosamente contra las huestes napoleónicas en la península ibérica. Pronto las autoridades le encargan la creación de un cuerpo de caballería de sólo un escuadrón a dos compañías con la designación inicial de Escuadrón de Granaderos a Caballo. Se lo distinguía así de los granaderos de infantería cuya presencia en unidades preexistentes de esta arma era habitual y estaban destinados e instruidos para acciones que requerían coraje y audacia, virtudes morales a las que debían aunar porte y elevada estatura, cualidades todas indispensables para esta tropa selecta.

Producido el decreto de creación de este Primer Escuadrón de Granaderos montados, que fue puesto bajo responsabilidad directa de San Martín, se designaron colaboradores de éste a Carlos de Alvear y José Zapiola -sus compañeros de viaje en el regreso a la Patria- a quienes se les otorgó rango de Sargento Mayor y Capitán, respectivamente. El núcleo inicial de la tropa y clases fue tomado de los Dragones de la Patria, unidad de caballería preexistente. De allí en más, San Martín inicia una ímproba tarea organizando el Cuerpo, seleccionando hombres e instruyéndolos tanto en las categorías de Oficiales como de Tropa. Posteriormente se denominaría Regimiento de Granaderos a Caballo "GENERAL SAN MARTÍN".
Pronto se incorporaron soldados veteranos y simples reclutas provenientes de la campaña de Buenos Aires y de las provincias interiores.

El 3 de noviembre de 1812, el Teniente Gobernador de Corrientes, Teniente Coronel Toribio de Luzuriaga, remite a Buenos Aires un grupo de "Mozos destinados al Servicios de las Armas", entre los que se hallaba Juan Bautista Cabral.

El grupo viene a órdenes del Teniente de Voluntarios de las Milicias de Corrientes Juan Bautista Parrety y el viaje lo hacen en dos tramos bien diferenciados; hasta Santa Fe lo realizan por vía fluvial, era imprescindible para evitar encuentros con buques de la flota española que incursionaban por el río Paraná con la finalidad de obtener provisiones para sus tropas sitiadas en Montevideo a la vez que para obstaculizar las comunicaciones y comercio con el Paraguay.
Concluida la misión del Teniente Parrety, el gobierno de Buenos Aires ordena al Comisario de Guerra que entregue al mismo la cantidad de sesenta pesos como gratificación, a fin de que pueda equiparse para el regreso como así también se le otorgue pasaporte para el mismo y un asistente, ocupando tres caballos.

Cabral fue incorporado en la primera Compañía del Primer Escuadrón y ello se conoce mediante dos documentos: uno de ellos, el más conocido es la nómina de los muertos en San Lorenzo, con el destino interno de cada granadero en su regimiento, que se publica en la Gazeta; el otro, menos conocido, es la factura que el Hospital de la Residencia pasa al cobro por el período de los meses de septiembre a diciembre de 1812".

El Combate de San Lorenzo

"San Martín desembarcó el 9 de marzo de 1812 en Buenos Aires, la ciudad capital del antiguo Virreinato del Río de la Plata.Contribuir a la independencia de los pueblos americanos era la alta misión que lo había impulsado a retornar a su tierra natal.
A poco de su llegada, el gobierno triunviro le confió la organización de un escuadrón de caballería, que en pocos meses se constituiría en la base del Regimiento de Granaderos a Caballo, de inmortal memoria en las luchas por la emancipación americana. Mientras instruía a Oficiales, Cadetes, Cabos y Soldados en el arte militar, en el manejo de las armas y en la disciplina castrense, el General San Martín contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada. El 7 de diciembre de 1812 el nuevo gobierno triunviro le concedió el empleo de Coronel del flamante Escuadrón.
El 3 de febrero de 1813, San Martín, al frente de 120 granaderos, obtuvo su primera victoria en tierra americana al derrotar en San Lorenzo, cerca de la ciudad santafesina de Rosario, a 250 infantes desembarcados de una expedición fluvial corsaria promovida por el gobierno de Montevideo, ciudad aún dominada por partidarios del rey Borbón. El combate duró quince minutos y en su transcurso el jefe criollo estuvo a punto de perder la vida al quedar aprisionado por su caballo herido. Fue en esa oportunidad en la cual nuestro valiente Granadero menospreció su vida y fue en auxilio de su Jefe para que no muriera en manos enemigas.
Bartolomé Mitre en su libro Historia de San Martín y de la emancipación americana, nos allana el camino sobre la circunstancia de las cuales fueron protagonistas los granaderos Juan Bautista Cabral y Juan Bautista Baigorria: Las cabezas de las columnas españolas, desorganizadas en la primera carga, que fue casi simultánea, se replegaron sobre la mitad de retaguardia y rompieron un nutrido fuego contra los agresores, recibiendo a varios de ellos en la punta de sus bayonetas. San Martín, al frente de su escuadrón, se encontró con la columna que mandaba en persona el Comandante Zabala, jefe de toda la fuerza de desembarco. Al llegar a la línea recibió a quemarropa una descarga de fusilería y un cañonazo de metralla, que matando a su caballo lo derribó a tierra, tomándole una pierna en la caída. Trabóse a su alrededor un combate parcial al arma blanca, recibiendo él una ligera herida de sable en el rostro. Un soldado español se disponía ya a atravesarlo con la bayoneta, cuando uno de sus granaderos llamado Baigorria (puntano), lo traspasó con su lanza. Imposibilitado de levantarse del suelo y de hacer uso de sus armas, San Martín habría sucumbido en aquel trance, si otro de sus soldados, no hubiese venido en su auxilio echando resueltamente pie a tierra y arrojándose sable en mano en medio de la refriega. Con fuerza hercúlea y con serenidad, desembaraza a su jefe del caballo muerto que lo oprimía, circunstancia que los enemigos reanimados por Zabala a los gritos de Viva el Rey!, se disponían a reaccionar, y recibe en aquel acto dos heridas mortales gritando con entereza: "Muero contento! ! Hemos batido al enemigo !".


Llamabase Juan Bautista Cabral este héroe de la última fila: era natural de Corrientes y murió dos horas después repitiendo las mismas palabras".
Una anécdota de éste combate fue, que el entonces Coronel de Granaderos a Caballo D. José de San Martín omitió colocar en el Parte de la Victoria de San Lorenzo del 3 de febrero, los granaderos que ofrendaron su vida en la contienda. Sería recién el 27 de febrero de 1813 que San Martín eleva al Supremo Poder Ejecutivo la nómina de los muertos en el combate y además solicitaría - entre otros - recompensar a la familia del heroico granadero".
Fuente:http://www.sargentocabral.hpg.ig.com.br/biografia.htm
Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 17 de septiembre de 2007

Camila & Ladislao: el amor más prohibido

La pasión siempre ofrece tema de lectura.
Gotitas de Historia hoy recuerda uno de los pasajes más románticos y tristes de la época de la colonia. Eran tiempos del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Era el tiempo de Camila O’ Gorman y Ladislao Gutiérrez: el amor más prohibido...

María Luisa Bemberg la llevó al cine con Susú Pecoraro e Imanol Arias en los papeles protagónicos. Son ellos quienes ilustran esta fotografía.
El era sacerdote. Ella, una niña de sociedad. A pesar de los severos límites que imponían esas circunstancias, los ahogó una pasión que terminó por matarlos: el Restaurador, Juan Manuel de Rosas, ordenó su fusilamiento aun sabiendo que ella estaba embarazada.

La actual iglesia del Socorro, en Suipacha y Juncal, fu­e escenario del despertar de este amor desgraciado. Por los años 1847/48, plena época rosista, el lugar era un tranquilo barrio de quintas arboladas entre cuyo verdor se destacaban las elegantes torres del templo.

En las cercanías vivía la familia O’Gorman, compuesta por el padre, de origen francoirlandés; la madre, porteña de antigua estirpe, y seis hijos, entre los que se distinguía Camila.
Esta joven, de unos veinte años, era, al decir de Berutti, "muy hermosa de cara y de cuerpo, muy blanca, graciosa y hábil pues tocaba el piano y cantaba embelesando a los que la oían". Camila, además, tenía una gran personalidad, quizás heredada de su célebre y bella abuela Anita Perichon, amante del virrey Liniers.

El otro protagonista de esta historia había llegado unos años antes desde Tucumán. Era, según recordaba Antonino Reyes, "un joven de pelo negro y ensortijado, cutis moreno y mirada viva, modales delicados y un conjunto simpático". Decían que era "juicioso y lleno de aptitudes" y venía a Buenos Aires para seguir la carrera eclesiástica. Ordenado sacerdote a los veinticuatro años, Ladislao Gutiérrez fue designado párroco en la iglesia del Socorro. Pronto reparó en la joven alta, de pelo castaño y expresivos ojos oscuros, de andar elegante y gracioso. No tuvo que esperar mucho para que se la presentaran: era hermana de Eduardo O’Gorman, compañero en la carrera sacerdotal.

Como casi todas las mujeres de esa época, Camila era bastante devota. Iba a misa con frecuencia y le gustaban mucho los sermones del nuevo párroco. A veces él iba de visita a su casa. Poco a poco se hicieron amigos y empezaron a encontrarse en sus paseos por Palermo.

La pasión

Camila comenzó a sentir algo nuevo, completamente nuevo y desconocido. Cuando escuchaba sus sermones en la iglesia, su voz decía más que las palabras que pronunciaba, y mientras se dirigía a toda la concurrencia era ella la que recibía la mirada de sus pupilas ardientes y sentía que un licor la incendiaba por dentro.


Una vez más se imponía el misterio del amor entre dos seres. Tampoco él podía acallarlo.

¡Camila! Su presencia transformaba el oscuro recinto del templo en un lugar paradisíaco. Desde que hacía su aparición, sentándose con gracia en la alfombra extendida por su sirviente, sólo podía dirigirse a ella. Nunca había sentido algo así por nadie.

Aumentaron sus conversaciones y paseos. Ella tenía muchas dudas respecto de la religión y él trataba de aclarárselas, aunque las suyas iban creciendo a medida que pasaban los días.
¿En qué se basaba su vocación? ¿A quién debía fidelidad? ¿Era Dios como se lo habían enseñado? ¿Quién podía arrogarse el derecho de conocer sus deseos? ¿No era El responsable de esa atracción irresistible entre ellos? Cuando les resultó imposible ignorar ante sí mismos que se querían, él la tranquilizó convenciéndola de que aquello no era un crimen. Reconocía haberse equivocado al seguir la carrera sacerdotal, pero consideraba que, por las circunstancias, sus votos eran nulos. Y si la sociedad no permitía que la hiciera su esposa ante el mundo, el la haría suya ante Dios. Querían cumplir su voluntad, vivir juntos y multiplicarse como la pareja primigenia. El había cometido un error, pero ante todo era un hombre creado a imagen y semejanza de Dios, con inteligencia y libertad para arrepentirse de su decisión equivocada y empezar una nueva vida junto al ser querido que Dios había puesto en su camino. Todo desaparecía ante la imperiosa necesidad de vivir juntos. Dejarlo todo para tenerlo todo. Nada podía existir superior a esto.

La fuga

Camila se dejó convencer. No podía imaginarse la vida sin él, pero tampoco estaba dispuesta a ser "la barragana del cura". Empezaron a concebir la idea de huir de Buenos Aires y cambiar de identidad para poder vivir casados ante Dios y ante los hombres. Pero, ¿adónde irían para que no los pudieran alcanzar las autoridades civiles y eclesiásticas? ¿Y cuánto aguantaría una delicada niña, acostumbrada a la vida muelle y entretenida de las porteñas amigas de Manuelita Rosas, las estrecheces por las que deberían pasar hasta llegar a instalarse en un lugar seguro? PocoÛ a poco fueron forjando el plan: llevarían algo de ropa, lo que pudieran juntar de plata y dos caballos. Irían hacia Luján, de allí pasarían a Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.

El destino final, si todo andaba bien, sería Río de Janeiro. Al pasar a Santa Fe fingirían haber perdido los pasaportes y pedirían otros con nombres falsos. El 12 de diciembre de 1847 fue el día elegido para la fuga. Al llegar a Luján, en una enramada que les había proporcionado el mesero y bajo la noche refulgente de estrellas, los amantes tuvieron su momento de felicidad.

Mientras tanto, en Buenos Aires, a la consternación había seguido el pánico: ¿cómo tomaría el Restaurador de las Leyes y del Orden este desacato a todas las normas morales, civiles y sociales?

Pasados diez días, Adolfo O’Gorman denunció el hecho al gobernador como "el acto más atroz y nunca oído en el país", mientras el obispo Medrano pedía al gobernador que "en cualquier punto que los encuentren a estos miserables, desgraciados infelices, sean aprehendidos y traídos, para que, procediendo en justicia, sean reprendidos por tan enorme y escandaloso procedimiento".
A Rosas lo tenían sin cuidado los amancebamientos de algunos curas. Lo que no podía tolerar era una falta de obediencia hacia su persona.

Rosas podría haber usado su poder en forma magnánima para perdonar. Si los jóvenes hubieran acudido a pedirle ayuda, seguramente lo habría hecho. Pero al escándalo de la fuga se sumaba el ser partícipe de ella una niña tan relacionada en sociedad. Y aquí las opiniones se dividían: para la mayoría, era un víctima; para los demás, una perdida.

Por el momento, la suerte parecía sonreír a los enamorados. Ya en Paraná, en febrero de 1848, consiguieron un pasaporte a nombre de Máximo Brandier, comerciante, natural de Jujuy, y su esposa, Valentina Desan.

Al llegar a Goya con su nueva identidad pudieron tomarse un respiro y prepararse para la última etapa: Brasil. Mientras tanto, para ganarse la vida abrieron una escuela para niños, la primera que existió en esa pequeña ciudad. Pudieron vivir cuatro meses en una relativa felicidad, olvidando la persecución de que eran objeto. El 16 de junio ocurrió el desastre cuando encontraron en una casa de familia a un sacerdote irlandés que conocía a Gutiérrez. Tomados por sorpresa, sólo atinaron a negar su verdadera identidad. La noticia voló y al día siguiente, por orden del gobernador Virasoro, los dos maestros fueron encarcelados e incomunicados. La maquinaria del poder empezaba su obra despiadada.

Los reos

En cuanto Rosas conoció la noticia dio orden de que condujeran a los reos en dos carros separados a Santos Lugares, donde estaba la más temida prisión del régimen. Con creciente angustia, los amantes vieron cómo se cerraban las puertas de sus respectivas prisiones. Estaban incomunicados entre ellos y con el resto del mundo. Camila, sin embargo, pudo hacer llegar una carta a su amiga Manuela Rosas. Esta le contestó el 9 de agosto alentándola a que no se dejara quebrar, que ella la ayudaría. El mismo día empezó a preparar, en la Casa de Ejercicios, un lugar para su amiga. También hizo llevar libros de historia y de literatura para Gutiérrez a la cárcel del Cabildo. Pero en el plan de Rosas no entraba la llegada de los reos a Buenos Aires, donde podrían haberse defendido. Para no tener que enfrentarse con los pedidos de clemencia de su hija, era necesario actuar rápida y drásticamente.

Las declaraciones que Camila hiciera en San Nicolás no hacían sino corroborar su posición subversiva: no estaban arrepentidos, sino "satisfechos a los ojos de la Providencia" y no consideraban criminal su conducta "por estar su conciencia tranquila". ¿Adónde se iba a llegar si hasta las simples mujeres se creían con derecho a entenderse directamente con Dios? Todo eso olía a luteranismo y libre interpretación de la Verdad. Era muy peligroso.

Según Marcelino Reyes, la joven preguntó si el señor gobernador estaba muy enojado y quiso saber lo que decían de ella. Después de dejarla comer y descansar, Reyes retomó su conversación con Camila para aconsejarla sobre lo que debía declarar. Camila hizo entonces con franqueza la historia de sus amores con Gutiérrez. Databan de fecha muy anterior a su fuga. Explicó que él no tenía vocación y su matrimonio había sido ante Dios. Que él no había hecho sus votos de corazón y que, por consiguiente, eran falsos y no era sacerdote. Que la intención de los dos era irse a Río de Janeiro, pero que no lo habían podido efectuar por falta de recursos. También Gutiérrez había hecho su exposición y ambas fueron llevadas por un chasque ante el gobernador, esa tarde del 17 de agosto.

Casi amanecía cuando despertó a todos el retumbar de cascos de caballos, gritos y golpes violentos en el portón de entrada. Era el modo que tenían los hombres del gobernador de anunciar su llegada. Rosas ordenaba la inmediata ejecución de los reos sin dar lugar a apelación ni defensa. Sólo se les otorgaban unos instantes para confesarse y prepararse para morir. Fue entonces cuando Reyes decidió mandar un urgente despacho avisando el estado de preñez de la joven, avalado por el médico de la prisión. Al mismo tiempo mandó una carta a Manuelita explicándole la urgencia de la situación.

Reventando caballos llegó el chasque a Palermo y entregó los despachos al oficial de guardia. Pero la carta jamás llegó a Manuelita. El gobernador no podía aceptar que existiera un testimonio vivo de la de­sobediencia, un hijo que hubiera representado para muchos el triunfo del amor sobre el orden establecido.

Cerca de la hora, Gutiérrez hizo llamar a Reyes a su calabozo. El ex cura estaba sentado en el catre, vestido con levita y pantalón negro. Su semblante dejaba entrever la tempestad de sentimientos que lo acosaba. Intentó disimularlos y con forzada cortesía se puso de pie al verlo entrar y le dijo:

"–Lo he llamado para que me diga si Camila va a tener igual suerte que yo.
"–Prepárese para oír lo más terrible: Camila va a morir también.
"Me pareció que Gutiérrez demostraba cierta satisfacción.
"–Gracias –contestó con voz fuerte."

Luego le pidió que entregara a Camila un papelito. Sacó de la gorra de piel que llevaba un lápiz y escribió:

"Camila mía: acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra, unidos, nos uniremos en el cielo, ante Dios. Te abraza, tu Gutiérrez."

Sentaron a cada uno de ellos en una silla, cargada por cuatro hombres a través de dos largos palos. Como a todos los condenados, les vendaron los ojos y, escoltados por la banda de música del batallón, los llevaron al patio rodeado de muros. Bajo el pañuelo, los ojos de Camila dejaban escapar dos hilos de lágrimas que, a pesar del dominio de sí expresado en un rostro inmutable, no podía evitar.

Mientras los soldados los ataban nerviosamente a los banquillos, Camila y Gutiérrez pudieron hablarse y despedirse, hasta que este último comenzó a gritar: "Asesínenme a mí sin juicio, pero no a ella, y en ese estado ¡miserables...!".

Sus palabras fueron acalladas por el capitán Gordillo, que mandó redoblar los tambores e hizo la señal de fuego. Cuatro balas terminaron con su vida. Después, se oyeron tres descargas y Camila, herida, se agitó con violencia. Su cuerpo cayó del banquillo y una mano quedó señalando al cielo. "... en la vecindad quedó el terror de su grito agudísimo, dolorido y desgarrador..."

Esta historia de amor de inocentes víctimas de intereses políticos iba a convertirse con el tiempo en el suceso más imperdonable del gobierno de Rosas... Sería el comienzo del fin.

Fuente: Lucía Gálvez
Escritora, licenciada en historia - La Nación


Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 10 de septiembre de 2007

"Fue la lucha, tu vida y tu elemento..."




Asi comienza el Himno a Sarmiento, a quien recordamos hoy en "Gotitas de Historia" y al cumplirse un nuevo aniversario de su muerte.

Personaje polémico de la historia argentina, el sanjuanino dejó un legado imposible de negar, Hoy hacemos referencia, escuetamente, a su biografía. Acompañenos.

El 15 de febrero de 1811, nació en el Carrascal uno de los barrios más pobres de la ciudad de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento. Los primeros "maestros" de Domingo fueron su padre José Clemente Sarmiento y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento, quienes le enseñaron a leer a los cuatro años.

Cuando terminó la primaria, su madre, Doña Paula Albarracín, quiso que estudiara para sacerdote en Córdoba, pero Domingo se negó y tramitó una beca para estudiar en Buenos Aires. No la consiguió y tuvo que quedarse en San Juan donde fue testigo de las guerras civiles que asolaban la provincia. Marchó al exilio en San Francisco del Monte, San Luis, junto a su tío, José de Oro. Allí fundaron una escuela que será el primer contacto de Sarmiento con la educación.

En 1827, se produjo un hecho que marcará su vida: la invasión a San Juan de los montoneros de Facundo Quiroga.

Decidió oponerse a Quiroga incorporándose al ejército unitario del General Paz. Con el grado de teniente, participó en varias batallas. Pero Facundo parecía por entonces imparable: tomó San Juan y Sarmiento decidió, en 1831, exiliarse en Chile. Se empleó como maestro en una escuela de la localidad de Los Andes. Sus ideas innovadoras provocaron la preocupación del gobernador. Molesto, se mudó a Pocura y fundó su propia escuela. Allí se enamoró de una alumna con quien tendrá su primera hija, Ana Faustina.

En 1836, pudo regresar a San Juan y fundar su primer periódico, El Zonda. Pero al gobierno sanjuanino no le cayeron nada bien las críticas de Sarmiento y decidió, como una forma de censurarlo, aplicarle al diario un impuesto exorbitante que nadie podía pagar y que provocó el cierre de la publicación en 1840. Volvió a Chile y comenzó a tener éxito como periodista y como consejero educativo de los sucesivos gobiernos.

En Chile, Sarmiento pudo iniciar una etapa más tranquila en su vida. Se casó con Benita, viuda de Don Castro y Calvo, adoptó a su hijo Dominguito y publicó su obra más importante: Facundo, Civilización y Barbarie. Eligió el periodismo como trinchera para luchar contra Rosas. Fundó dos nuevos periódicos: La Tribuna y La Crónica, desde los que atacó duramente a Don Juan Manuel.

Sarmiento pensaba que el gran problema de la Argentina era el atraso que él sintetizaba con la frase "civilización y la barbarie". Como muchos pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano, lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para ellos era el progreso. La barbarie, por el contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según él, solo podía resolverse por el triunfo de la "civilización" sobre la "barbarie". Decía: "Quisiéramos apartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderlo remediar, una invencible repugnancia". En una carta le aconsejaba a Mitre: "no trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos esos salvajes". Lamentablemente el progreso no llegó para todos y muchos "salvajes y bárbaros" pagaron con su vida o su libertad el "delito" de haber nacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo fijo.

En su libro Argirópolis (1850) dedicado a Urquiza, expresó un proyecto para crear una confederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales Argentina, Uruguay y Paraguay, cuya capital estaría en la Isla Martín García. El modelo de organización era la Constitución norteamericana y proponía fomentar la inmigración, la agricultura y la inversión de capitales extranjeros.

En 1862 el general Mitre asumió la presidencia y se propuso unificar al país. En estas circunstancias asumió Sarmiento la gobernación de San Juan. A poco de asumir dictó una Ley Orgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el Colegio Preparatorio, más tarde llamado Colegio Nacional de San Juan, y la Escuela de Señoritas, destinada a la formación de maestras.

En sólo dos años Sarmiento cambió la fisonomía de su provincia. Abrió caminos, ensanchó calles, construyó nuevos edificios públicos, hospitales, fomentó la agricultura y apoyó la fundación de empresas mineras. Y como para no aburrirse, volvió a editar el diario El Zonda.

En 1863 se produjo en la zona el levantamiento del Chacho Peñaloza y Sarmiento decretó el estado de sitio y como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo riojano hasta derrotarlo.

A pedido del presidente Mitre, en 1864 viajó a los EE.UU. como ministro plenipotenciario de la Argentina.

Mientras Sarmiento seguía en los Estados Unidos, se aproximaban las elecciones y un grupo de políticos los postuló para la candidatura presidencial. Los comicios se realizaron en abril de 1868 y el 16 de agosto, mientras estaba de viaje hacia Buenos Aires, el Congreso lo consagró presidente de los argentinos. Asumió el 12 de octubre de ese año.

Cuando Sarmiento asumió la presidencia todavía se combatía en el Paraguay. La guerra iba a llevarse la vida de su querido hijo Dominguito. Sarmiento ya no volvería a ser el mismo. Un profundo dolor lo acompañaría hasta su muerte.

Durante su presidencia siguió impulsando la educación fundando en todo el país unas 800 escuelas y los institutos militares: Liceo Naval y Colegio Militar.

Sarmiento había aprendido en los EE.UU. la importancia de las comunicaciones en un país extenso como el nuestro. Durante su gobierno se tendieron 5.000 kilómetros de cables telegráficos y en 1874, poco antes de dejar la presidencia pudo inaugurar la primera línea telegráfica con Europa. Modernizó el correo y se preocupó particularmente por la extensión de las líneas férreas. Pensaba que, como en los EE.UU., el tren debía ser el principal impulsor del mercado interno, uniendo a las distintas regiones entre sí y fomentando el comercio nacional. La red ferroviaria paso de 573 kilómetros a 1331 al final de su presidencia.

Entre las múltiples obras de Sarmiento hay que mencionar la organización de la contaduría nacional y el Boletín Oficial que permitieron a la población en general, conocer las cuentas oficiales y los actos de gobierno. Creó el primer servicio de tranvías a caballo, diseñó los Jardines Zoológico y Botánico. Al terminar su presidencia 100.000 niños cursaban la escuela primaria.

El 22 de agosto de 1873 Sarmiento sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de Vélez Sarsfield. Cuando transitaba por la actual esquina de Corrientes y Maipú, en Buenos Aires, una explosión sacudió al coche en el que viajaba. El sanjuanino no lo escuchó porque ya padecía una profunda sordera. Los autores fueron dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerri que confesaron haber sido contratados por hombres de López Jordán. El atentado falló porque a Francisco Guerri se le reventó el trabuco en la mano. Sarmiento salió ileso del atentado y se enteró porque se lo contaron después.

En 1879 asumió como ministro del Interior de Avellaneda, pero por diferencias políticas con el gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, renunció al mes de haber asumido.
Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. En la época en que Sarmiento fomentaba la educación popular, el índice de analfabetos era altísimo. En el campo había muy pocas escuelas porque la mayoría de los estancieros no tenían ningún interés en que los peones y sus hijos dejaran de ser ignorantes. Cuanto menos educación tuvieran más fácil sería explotarlos.

Pero Sarmiento trataba de hacerles entender que una educación dirigida según las ideas y los valores de los sectores dominantes, lejos de poner en peligro sus intereses, los reproducía y confirmaba. "Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten, para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles a todos lo mismo, para que todos sean iguales... para eso necesitamos hacer de toda la república una escuela."

En el invierno de 1888 se trasladó al clima cálido del Paraguay junto a Aurelia Vélez, la hija de Dalmacio Vélez Sarsfiled, autor del Código Civil. Aurelia fue la compañera de Sarmiento durante los últimos años de su vida. Murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay, como su hijo Dominguito.
Pocos años antes había dejado escrito una especie de testamento político: "Nacido en la pobreza, criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas, acometiendo todo lo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todo lo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modesta proporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de los grandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna que nunca codicié, porque ere bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muerte corporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar por herencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas".





Escribe: Guillermo Reyna Allan
Fuente: El historiador.com

viernes, 7 de septiembre de 2007

Teresa de Calcuta





La vida de Teresa de Calcuta es un ejemplo a seguir. Ahora y siempre. Abnegada servidora esta monjita albanesa se ganó el corazón del mundo entero.




A diez años de su muerte "Gotitas de Historia" la recuerda asi...








“De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús”. De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mi para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas” .
Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu, recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas. La repentina muerte de su padre, cuando Gonxha tenía unos ocho años de edad, dejó a la familia en una gran estrechez financiera. Drane crió a sus hijos con firmeza y amor, influyendo grandemente en el carácter y la vocación de si hija. En su formación religiosa, Gonxha fue asistida además por la vibrante Parroquia Jesuita del Sagrado Corazón, en la que ella estaba muy integrada.
Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpétua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en “esposa de Jesús” para “toda la eternidad”. Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría. Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.
El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su “inspiración,” su “llamada dentro de la llamada”. Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar “víctimas de amor” que “irradiasen a las almas su amor”. “Ven y sé mi luz”, Jesús le suplicó. “No puedo ir solo”. Le reveló su dolor por el olvido de los pobres, su pena por la ignorancia que tenían de Él y el deseo de ser amado por ellos. Le pidió a Madre Teresa que fundase una congregación religiosa, Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre los pobres. Pasaron casi dos años de pruebas y discernimiento antes de que Madre Teresa recibiese el permiso para comenzar. El 17 de agosto de 1948 se vistió por primera vez con el sari blanco orlado de azul y atravesó las puertas de su amado convento de Loreto para entrar en el mundo de los pobres.
Después de un breve curso con las Hermanas Médicas Misioneras en Patna, Madre Teresa volvió a Calcuta donde encontró alojamiento temporal con las Hermanitas de los Pobres. El 21 de diciembre va por vez primera a los barrios pobres. Visitó a las familias, lavó las heridas de algunos niños, se ocupó de un anciano enfermo que estaba extendido en la calle y cuidó a una mujer que se estaba muriendo de hambre y de tuberculosis. Comenzaba cada día entrando en comunión con Jesús en la Eucaristía y salía de casa, con el rosario en la mano, para encontrar y servir a Jesús en “los no deseados, los no amados, aquellos de los que nadie se ocupaba”. Después de algunos meses comenzaron a unirse a ella, una a una, sus antiguas alumnas.
El 7 de octubre de 1950 fue establecida oficialmente en la Archidiócesis de Calcuta la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad. Al inicio de los años sesenta, Madre Teresa comenzó a enviar a sus Hermanas a otras partes de India. El Decreto de Alabanza, concedido por el Papa Pablo VI a la Congregación en febrero de 1965, animó a Madre Teresa a abrir una casa en Venezuela. Ésta fue seguida rápidamente por las fundaciones de Roma, Tanzania y, sucesivamente, en todos los continentes. Comenzando en 1980 y continuando durante la década de los años noventa, Madre Teresa abrió casas en casi todos los países comunistas, incluyendo la antigua Unión Soviética, Albania y Cuba.
Para mejor responder a las necesidades físicas y espirituales de los pobres, Madre Teresa fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad en 1963, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Sin embargo, su inspiración no se limitò solamente a aquellos que sentían la vocación a la vida religiosa. Creó los Colaboradores de Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, personas de distintas creencias y nacionalidades con los cuales compartió su espíritu de oración, sencillez, sacrificio y su apostolado basado en humildes obras de amor. Este espíritu inspiró posteriormente a los Misioneros de la Caridad Laicos. En respuesta a las peticiones de muchos sacerdotes, Madre Teresa inició también en 1981 el Movimiento Sacerdotal Corpus Christi como un“pequeño camino de santidad” para aquellos sacerdotes que deseasen compartir su carisma y espíritu.
Durante estos años de rápido desarrollo, el mundo comenzó a fijarse en Madre Teresa y en la obra que ella había iniciado. Numerosos premios, comenzando por el Premio Indio Padmashri en 1962 y de modo mucho más notorio el Premio Nobel de la Paz en 1979, hicieron honra a su obra. Al mismo tiempo, los medios de comunicación comenzaron a seguir sus actividades con un interés cada vez mayor. Ella recibió, tanto los premios como la creciente atención “para gloria de Dios y en nombre de los pobres”.
Toda la vida y el trabajo de Madre Teresa fue un testimonio de la alegría de amar, de la grandeza y de la dignidad de cada persona humana, del valor de las cosas pequeñas hechas con fidelidad y amor, y del valor incomparable de la amistad con Dios. Pero, existía otro lado heroico de esta mujer que salió a la luz solo después de su muerte. Oculta a todas las miradas, oculta incluso a los más cercanos a ella, su vida interior estuvo marcada por la experiencia de un profundo, doloroso y constante sentimiento de separación de Dios, incluso de sentirse rechazada por Él, unido a un deseo cada vez mayor de su amor. Ella misma llamó “oscuridad” a su experiencia interior. La “dolorosa noche” de su alma, que comenzó más o menos cuando dio inicio a su trabajo con los pobres y continuó hasta el final de su vida, condujo a Madre Teresa a una siempre más profunda unión con Dios. Mediante la oscuridad, ella participó de la sed de Jesús (el doloroso y ardiente deseo de amor de Jesús) y compartió la desolación interior de los pobres.
Durante los últimos años de su vida, a pesar de los cada vez más graves problemas de salud, Madre Teresa continuó dirigiendo su Instituto y respondiendo a las necesidades de los pobres y de la Iglesia. En 1997 las Hermanas de Madre Teresa contaban casi con 4.000 miembros y se habían establecido en 610 fundaciones en 123 países del mundo. En marzo de 1997, Madre Teresa bendijo a su recién elegida sucesora como Superiora General de las Misioneras de la Caridad, llevando a cabo sucesivamente un nuevo viaje al extranjero. Después de encontrarse por última vez con el Papa Juan Pablo II, volvió a Calcuta donde transcurrió las últimas semanas de su vida recibiendo a las personas que acudían a visitarla e instruyendo a sus Hermanas. El 5 de septiembre, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente). Madre Teresa nos dejó el ejemplo de una fe sólida, de una esperanza invencible y de una caridad extraordinaria. Su respuesta a la llamada de Jesús, “Ven y sé mi luz”, hizo de ella una Misionera de la Caridad, una “madre para los pobres”, un símbolo de compasión para el mundo y un testigo viviente de la sed de amor de Dios.

Escribe: Guillermo Reyna Allan

lunes, 27 de agosto de 2007

Nerón, un despiadado emperador






Nerón no fue, probablemente, el peor de los emperadores romanos. Desgraciadamente, estuvo muy bien acompañado por sus predecesores y por sus seguidores al frente del Imperio Romano. Pero varias circunstancias confluyeron para hacer de él el más conocido y el más denigrado de todos ellos. Algo, sin duda, tuvo que ver el que, bajo su reinado, murieran decapitado y crucificado, respectivamente, los apóstoles Pablo y Pedro, vanguardias de aquella nueva religión que había nacido en la lejana provincia de Palestina fundada por un rabino llamado Jesús.



El fin trágico de los apóstoles y el de otros muchos cristianos y seguidores, propició la ennegrecida leyenda de Nerón que, en adelante, y en la historiografía cristiana, tendría el dudoso honor de abrir las diferentes y subsiguientes persecuciones de otros emperadores contra la nueva religión en las personas de sus seguidores y practicantes.






Nacido en Antium, era hijo de Julia Agripina y de Enobarbo (aunque también se decía que, en realidad, el verdadero padre había sido el hermano de la propia Agripina, Calígula).






Su padre, por cierto, se dice que al ver al recién nacido, había dicho en medio del delirium tremens de una de sus continuas borracheras unas palabras que resultarían proféticas: «De Agripina y de mí —profetizó— sólo puede nacer un montruo». No era de extrañar cuando el mismo progenitor había tenido relaciones incetuosas con su hermana Lépida y, a no ser porque coincidió con la ejecución de su condena la llegada del nuevo Emperador, se habría jugado su propia vida.






Huérfano de padre, sin embargo, a los dos años y desterrada su madre, el futuro Emperador vivió junto a su tía Domicia Lépida, de costumbres y honorabilidad harto discutible pero que tuvo el buen sentimiento de cuidar a aquel niño prácticamente abandonado.






Confirmando lo airado de su vida, al final encargó, a su vez, la educación de niño a dos amigos suyos, que eran, respectivamente, un bailarín y un barbero. Al regreso del destierro, su madre, Agripina, volvió a ocuparse de su hijo, aun que el niño no ganaría mucho con el cambio, ya que el barbero y el bailarín fueron sustituidos en la educación del joven por Aniceto, un individuo aún más inmoral que los anteriores y que la propia tía Lépida.



Después, Nerón fue adoptado por el emperador Claudio a los 13 años presionado por Julia Agripina, su madre, de manera que tras la muerte de Claudio, el joven Nerón le sucederá en el trono imperial. (Claudio había muerto a causa de las setas envenenadas preparadas por Locusta a indicación de la propia Agripina.) Algo más contribuyó su madre para que su hijo reinara como fue el comprar a los pretorianos a los que, previamente, había sobornado con 15.000 sestercios para que no dudaran en el momento de elegir al nuevo Emperador. Empezaba así un nuevo reinado y un nuevo Emperador en la lista del mayor imperio entonces conocido y que gobernaría sobre más de 70 millones de ciudadanos romanos. Claro que, en la sombra (o no tanto: Agripina no se escondía), quien iba a llevar las riendas de los negocios imperiales iba a ser aquella, todavía joven y hermosa mujer, que era la madre del nuevo Emperador. Sin embargo, el hijo de Enobarbo (de aenus, bronce, y barbo, barba —como su padre, Nerón tenía cabellos y barba rojizos—), y en un primer momento, el señalado para ocupar el trono imperial no deseaba de ninguna manera tal honor, pues era consciente de que le alejaría de su verdadera buena vida, que para el joven Nerón se encerraba en la práctica y conocimiento de las artes, de las que era un convencido y entusiasta aficionado ya que se consideraba a sí mismo como buen cantante, poeta, escultor, actor y hasta bailarín. Además, estaba convencido también de que ya era un experto en otras muchas actividades, como en la conducción de cuadrigas.



Todo esto, pensaba, pasaría a un segundo plano cuando accediera al trono, por lo que a no ser por las prisas de su madre, por él ese momento lo hubiera alejado lo más posible. Incluso intentó rechazar el matrimonio impuesto con la jovencísima Octavia cuando contaba apenas trece años, matrimonio que, aunque llegó a celebrarse, nunca se consumaría. Por el contrario, y de forma ostensible, Nerón hizo ver que su auténtica esposa era una mujer llamada Actea, liberta y, en sus ratos libres, meretriz muy popular en la ciudad. Por cierto, la debilidad de Nerón por esta mujer se prolongaría durante toda su vida a pesar de la oposición frontal de su madre, que no sólo detestaba los amores de su hijo con una inferior, sino que (y aquí ya entra la leyenda más o menos no era sobre Nerón) jugaba el factor celos, pues la esclava venía a interponerse en las relaciones más que materno-filiales, de Agripina y su hijo, como al parecer era de dominio público. Aconsejado por sus maestros, Burro y el filósofo cordobés Séneca (este último sería amante de su madre, Agripina, y sería ella la que lo introduciría en la corte imperial), Nerón inició su reinado a los 17 años de forma pacífica e, incluso, dulce.






Sin duda las enseñanzas del filósofo habían hecho mella en el tierno y joven Emperador, que no obstante haber intentado aquel impregnar el corazón de Nerón con buenas lecciones, realmente estaba tan apegado a lo crematístico, que su fortuna había crecido desmesuradamente al lado de la familia imperial (algunos historiadores hablan de una fortuna de 300 millones de sestercios en poder a momento de su muerte). Tan benefactor aparecía a todos el joven Emperador que se contaba el caso de que, al tener que estampar su firma en una sentencia de muerte, se resistió a hacerlo, rubricándola al fin, pero tan contrariado que exclamó: «iQuisiera el cielo que no supiera ni escribir!».



En otra ocasión, y como quisieran levantarle una estatua de oro, se negó a aceptarla, en razón de esta circunstancia: «Esperad que la merezca». Así mismo se conformó con enviar al destierro a un escritor llamado Galo Veyento porque se había confesado autor de unos terribles libelos contra los senadores y la casta sacerdotal. En un principio estuvo dominado totalmente por la presencia imponente de su madre; Nerón era un muchacho dócil y tímido que gobernaba a la sombra materna. Esta sumisión se apreciaba externamente en detalles como el de acurrucarse a los pies de Agripina, cuando estaba sentada en el trono imperial, y en el de, al acompañarla en los desplazamientos en litera por las calles de Roma, su costumbre de caminar a pie, en paralelo a la ostentosa litera de Agripina.






Era un muchacho que se apasionaba por los festejos, y en esa línea, cualquier suceso era la excusa para organizarlos. Por ejemplo, la aparición de su primera barba. Con tan importante ocasión, organizó los primeros Juegos de la Juventud, una buena idea en principio pero que, al final, será el pistoletazo de salida para convertir aquella excelente ocurrencia en el inicio de la depravación y lo más disoluto que se entronarían intramuros del palacio imperial no pasando mucho tiempo.






En sus primeros tiempos, otros detalles gratos del nuevo Emperador sorprendían a la gente. Por ejemplo, sus grandes dispendios al organizar, sin descanso, toda clase de diversiones y espectáculos para los romanos, actuando como padre bondadoso que impedía la muerte de los gladiadores que luchaban en el circo, incluidos los prisioneros de guerra y los condenados por la justicia. Como se proclamase artista universal, se empeñó en diseñar las nuevas casas de la ciudad del Tíber, intentando limitar los lujos excesivos de las mismas.






También proyectó prolongar las murallas de Roma hasta el puerto de Ostia. Pero, en un brusco viraje, sobre todo a partir de la muerte de su madre, Nerón actuará en dirección opuesta, mandando matar a sus dos maestros, Burro y Séneca, y a otros artistas y literatos (como el poeta Lucano, sobrino de Séneca), iniciando un tiempo de delirios y locuras asesinas. Bien es cierto que éstos —y a la cabeza el filósofo cordobés— se habían embarcado en una conspiración para eliminar a Nerón y sustituirle por su antiguo preceptor cordobés. Sin embargo, aparte del castigo a los conjurados, ¿a qué fue debido este cambio?



Las cosas no suelen ocurrir de forma gratuita, y puede que, en un momento determinado, el factor herencia hiciera de las suyas pues, como se sabe, Nerón pertenecía a la familia Julia-Claudia, una dinastía con representantes tan fuera de lo común en cuanto a patologías mentales como Cayo Julio César, Octavio Augusto o Tiberio. El primero había sido un obseso sexual (como denominaríamos hoy), tan volcado en los placeres genésicos que no hacía distingos entre hombres y mujeres, aunque eran éstas, desde las desconocidas hasta las esposas de los senadores, las que corrían más peligro («Encerrad a vuestras mujeres, que viene el calvo!» quedó como frase hecha que avisaba de las razzias del general asesinado por Bruto).



En cuanto a Octavio Augusto, primer Emperador romano, siempre tuvo una salud delicada, no aguantando ni el frío ni el calor, era muy bajo de estatura, cojeaba y tenía la piel manchada. Como su padre adoptivo y pariente, se le puede considerar bisexual, y como con Julio César, tampoco las mujeres podían estar muy seguras a su lado. Por fin, Tiberio reunió en tomo a sí todos los desenfrenos y nadie dudaba que estaba poseído por una peligrosa clase de esquizofrenia, cuyos síntomas, por cierto, aparecían agudizados en Calígula. En fin, de la misma familia, con parentescos más o menos cercanos, fueron Germánico, Livia Drusila o su predecesor, Claudio, un emperador considerado como imbécil. Como se ve anteriormente, de toda esa ascendencia no podía salir nada bueno, y en Nerón parecieron confluir todas las taras de sus antepasados y familiares.



En consecuencia, empezó a actuar fuera de sí, haciendo matar a Británico, hijo de Claudio, y sucesor al trono hasta que aquél vio morir, a los 12 años, a su padre bajo el veneno de Locusta. (Por cierto que, como premio a la preparación de sus venenos, el Emperador premió a Locusta con la impunidad, grandes extensiones de tierras y la autorización para que tuviera discípulos en el arte de preparación de bebestibles letales.) Fue esta misma envenenadora la que falló en una primera ocasión, con su pócima destinada a matar al joven hijo de Claudio. Pero ahora ya no había habido fallo, y aquella muerte despiadada de Británico lo fue aún más pues el joven Nerón había asistido, complacido y risueño, a la lentísima agonía de su presunto rival. Él mismo había suministrado la pócima mortal a su odiado enemigo, al que su madre ponía continuamente como ejemplo de joven bondadoso y dedicado al estudio, además de ser ajeno a cualquier ambición de poder. Pero su ensañamiento con los seres más próximos tuvo como víctimas y protagonistas a tres mujeres: la primera, Su propia progenitora, Julia Agripina. Después seguirían el camino fatal de la madre, sus dos —y sucesivas— esposas: Octavia y Popea.



Tras un primer conato de rebeldía producido por un Nerón en quien, hasta entonces, había sido la sombra de su madre a cuenta del odio de Agripina por la liberta Actea, oposición que el Emperador acabó por no digerir dado el apasionamiento para con la ex meretriz, el Emperador pasó a mayores. Y, poco a poco, fue germinando en su cerebro la idea de desembarazarse de Agripina, convirtiéndose en obsesión cuando tuvo a su lado a su segunda esposa, Popea. En un primer intento de acabar con su guardiana obsesiva, concienzudamente preparado, un fallo técnico impidió la muerte de Agripina. Se trataba del lecho materno. Allí, unos operarios habían transformado el techo del dormitorio colocando planchas de plomo que debían caer, al accionar una palanca, sobre la regia durmiente, aplastándola literalmente. Pero, ya se ha dicho, hubo un fallo y la víctima pudo escapar, herida levemente, y encerrarse en una de sus villas. El fracaso dc aquel intento de asesinato sumió al hijo en una pesadilla continua en la que no lograba ahuyentar un miedo terrorífico, pensando Nerón —y no le faltaba razón— en que, dado el carácter de su madre, podía matarlo a él en venganza por su intento fallido.



Sin embargo, transcurridos unos días, volvió a la idea de intentar de nuevo la eliminación de quien le había llevado en su vientre, pensando ahora en un barco trucado para su crimen en el que iría su madre, que previamente se había dirigido a las fiestas de Minerva cerca de Nápoles. Nuevamente, el dispositivo falló y aunque la barcaza se partió en dos, la gran nadadora que era Agripina pudo ganar la orilla del golfo de Bayas. Aún más aterrorizado que la vez anterior por este nuevo chasco, ordenó que, de inmediato, mataran definitivamente a aquella mujer que parecía reírse de él desde una aparente inmortalidad. Será un incondicional del Emperador, Aniceto, el que hunda su espada en el vientre de Agripina. El propio hijo visitó el cadáver desnudo de su madre y, según Suetonio, lo examinó y acarició durante largo rato. Después, presa de un aparente arrepentimiento, se escondió de todos.



También eliminó a sus dos esposas sucesivas, Octavia y Popea. La primera llevaba una vida oscura y alejada de la vida activa fuera de Roma. Esposa virgen, el nuevo capricho del Emperador, Popea, exigía a éste compartir el trono para lo que, obviamente, estorbaba la Emperatriz nominal. Loco por Popea, aquella espléndida pelirroja (se la consideraba una de las mujeres más hermosas de Roma), el destino de Octavia estaba cantado. Al principio, Nerón intentó divorciarse de su esposa, pero las razones que exigía la ley no estaban muy claras, por lo que el éxito era dudoso. Entonces se decidió a dar el paso definitivo, aunque eliminarla no iba a ser fácil, pues el pueblo estaba con ella, y las contadas veces que salía por las calles la gente la vitoreaba con el cariño de las masas para con las gentes aparentemente desvalidas. No obstante, Popea seguía apremiando, y Nerón acudió, de nuevo, a los servicios de su incondicional Aniceto, que repitió crimen (antes había matado a Agripina) y ejecutó a la Emperatriz, a quien obligó a abrirse las venas y desangrarse hasta morir.



La desgraciada Octavia, prácticamente virgen tras su matrimonio, había sido desterrada a la isla de Pandataria, y allí mismo sería sacrificada. Después el cadáver de Octavia fue decapitado, y su cabeza llevada por Aniceto, por orden de su señor, como un trofeo a su rival, una victoriosa Popea, que se recreó en el rostro doloroso de aquel despojo. Una vez libres de obstáculos, Nerón y Popea iniciaron la que parecía ser una etapa de bondades que no tendría fin. Los dos amantes se entregaron absolutamente a toda clase de fiestas y goces, apurando hasta la última gota el néctar de la felicidad. Sus festejos y sus orgías los empujaban a acicalarse y exhibirse como dos dioses espléndidos para lo cual, era un secreto a voces, Popea y Nerón consumían en cantidades extraordinarias toda clase de cosméticos y perfumes, continuamente gastados e inmediatamente repuestos por atentos proveedores. Sin embargo el reinado de Popea no sería muy largo, y al final, acabaría como sus predecesoras.



Tras darle a Nerón un heredero fallido llamado Augusto, y que moriría con pocos meses, de nuevo quedó encinta, lo que volvió loco de contento al Emperador, que sintió renacer en él dormidos sentimientos paterno-filiales ante el próximo alumbramiento. Pero una noche, tras regresar de uno de sus interminables banquetes a los que asistía desde el mediodía hasta la medianoche, Nerón, ebrio, propinó una patada fortísima en el ya abultado vientre de Popea, que le provocó una muerte casi inmediata. Aunque se propagaría la idea de que todo había sido la realización de un plan premeditado por el que pretendía eliminar de su vida a Popea, sin embargo muchos historiadores se inclinan a hablar de accidente fatal con un resultado inesperado y accidental de muerte, tanto del bebé aún dentro de las entrañas de la Emperatriz como la propia madre.



Pero aún faltaban nombres de segundo orden en la sangrienta lista de sus víctimas como, por ejemplo, su tía Lépida, a la que visitó en su lecho de enferma y a la que tras desearle una pronta recuperación, ordenó confidencialmente a médico que la purgase definitivamente, y robó, tras su muerte, con el cuerpo aun caliente, su testamento de forma inmediata, con lo que se apropió de todos sus bienes. También se le quitó la vida a una hija de Claudio, Antonia, porque habiendo prometido hacerla su esposa, ella le había rechazado los deseos del Emperador. Aunque en estos casos y en algún otro, el todavía humano Nerón sufriría demás de estos crímenes grandes conflictos de conciencia, muy pronto se imponía su otro yo, aquel monstruo que profetizara su padre, Enobarbo, y que acabará por justificar sus crímenes en que había que apurar las «posibilidades del poder», no explotadas lo suficiente, según él, por sus predecesores, en el sentido de ejercer su tiranía absoluta sobre el Imperio.






Haciendo realidad sus propios enunciados, mandó eliminar a Atico Vestino para juntarse con su viuda Estatilia Mesalina. Y, en fin, yendo a extremos absurdos su desprecio por la vida, mató a su hijastro Rufo Crispitio porque alguien le dijo que el niño se divertía en sus juegos llamándose «el Emperador», lo que para la mente anormal de Nerón significaba que aquel pequeño le tobaría el trono algún día. Libre ya de molestas influencias familiares, se dedicó a vivir, todavía más alocadamente, dando entrada en palacio a ejércitos de cortesanas y de histriones con los que se dedicaba a organizar grandes fiestas y nuevos juegos para el pueblo y para él mismo.






Ya hemos visto cómo se consideraba un gran artista polifacético e inspirado. Nadie ponía en duda la autenticidad del arte del Emperador, ¡y pobre del que lo desdijera!, pues podía acabar como el deslenguado Petronio, el autor de Satiricón. Aunque hay que apuntar que este poeta compaginaba sus creaciones literarias con diversas campañas y conjuras contra el Emperador, había sido un antiguo amigo de parrandas cuando ambos eran más jóvenes, lo que le hizo confiarse y acabar por despertar contra él la furia imperial.



Denunciado ante el Emperador por los celos de Tigelino, Nerón ordenó a su antiguo amigo que se suicidara. Muy digno, el desvergonzado escritor reunió en un gran banquete a sus amigos y a un grupo de meretrices. Tras la orgía que siguió al ágape y tras declamarse inspirados versos, Petronio se abrió y cerró varias veces las venas, dando tiempo a que un criado le trajera un preciado vaso que sabía muy deseado por el Emperador y que, de inmediato, hizo añicos contra el suelo. Al poco rato murió. Nerón recuperó los juegos y las diversiones para el pueblo de Roma, tras estar prohibidos en la anterior etapa de Tiberio. Se entregó totalmente a las atracciones del circo, no sólo para solaz de la gente sino para el suyo propio, sin evitar, a veces, intervenir él mismo en los diferentes cuadros. Creó una escuela de gladiadores donde se entrenaban estos luchadores que, después, luchaban en la arena con otros gladiadores o con las fieras. Se sabe que bajo el mandato de Nerón llegó a contarse con más de 2.000 individuos perfectamente entrenados y preparados. Incluso impuso, de una especie de broma, a sus senadores y nobles, a que de vez en cuando, bajaran ellos mismos a la arena y se pelearan entre sí, igualándolos de esta manera con esclavos y prisioneros, cantera de los gladiadores.



Eran una bromas sangrientas puesto que a causa de ellas perderían la vida cuatrocientos senadores y un número mayor de hombres libres. Como ya se ha indicado, la muerte de su madre enloqueció aún más al Emperador, volviéndolo desconfiado hasta el paroxismo, de tal forma que ya recelaba por igual de amigos y enemigos, mezclando a unos y a otros en una irrealidad nefasta. Entonces se descubrió la llamada conspiración de Cayo Pisón, tan minuciosamente preparada que hasta se fijó el día y el mes para llevarla a cabo: exactamente el 19 de abril del año 65. Con años de retraso, Pisón se vengaba con este proyecto en un miembro de la familia imperial, en este caso Nerón, de la humillación que Calígula le infligió el mismo día que celebraba el banquete de su boda con Livia Orestila, a la que poseyó cuanto quiso en su palacio. Pero al estar mucha gente al tanto del complot (senadores, miembros de la nobleza, soldados y hasta el preceptor de Nerón, el filósofo Séneca), la noticia de lo que se preparaba llegó a oídos del Emperador, que lo atajó inmediatamente. El lugar que habían elegido los conspiradores para el crimen (el llamado Templo del Sol, junto al circo Máximo, donde se rendía culto a Ceres, la diosa más amada por Nerón) fue ocupado por los legionarios, que abortaron así la acción. Poco después se iniciaba el juicio contra todos los detenidos, y no sólo contra ellos, sino contra todas las ramificaciones detectadas en compulsivas denuncias que se amontonaban en el Palatino.



La masacre sobre los conjurados fue tal que Tácito llegaría a decir que tras las ejecuciones, «la ciudad estaba llena de cadáveres». Tras este nuevo susto, Nerón sintió un aumento de sus terrores y en su paroxismo, de tal forma le atenazó el miedo, que mandó clausurar el puerto de Ostia y cerrar el curso del río Tíber, por si por allí llegaban los que, estaba seguro, vendrían a acabar con él. Rodeado de los únicos soldados en los que confiaba, los germanos, se encerró en el Palatino y allí se dedicó a toda clase de excesos, como quien presiente que le queda poco de vida. Así, recuperó sus antiguos placeres y se decantó también por los antiguos —extremos— excesos. Aburrido del amor más o menos habitual, se lanzaría a unas relaciones digamos equívocas, de tal manera que se le conocieron dos amantes: Esporo, un joven bellísimo a quien mandó mutilar sexualmente para así, mientras ser castrado y vestido con las mejores galas femeninas que habían pertenecido a emperatrices anteriores, poder casarse con él/ella públicamente; y Dioforo, un esclavo liberto que, en este caso, hacía de marido del Emperador, convertido, y fingiendose, a su vez, mujer. El capricho imperial llegó hasta sus últimas consecuencias, celebrándose una boda pública en la que Nerón era la esposa tímida para lo que se tocó con el velo de desposada; hubo presencia de testigos, se preparó concienzudamente el lecho del amor, y las antorchas llegaron a alumbrar los cuerpos de los esposos, llegando el Emperador a imitar los gemidos de dolor —y de placer— de cualquier joven esposa en su noche de bodas. Escribe Tácito: Púsole a Nerón la vestidura nupcial mujeril, se llamó a los augures, aderezóse el lecho conyugal, se previnieron las lucientes antorchas y se dispuso, en fin, todo lo acostumbrado en la noche de bodas». Pasado un tiempo pareció recuperar las ganas de vivir, pero ya no era Roma su ciudad y su lugar apetecido. Salió, por fin, pero lo hizo para trasladarse a Grecia, el país y la cultura de sus amores.



Era agosto del año 66 cuando se puso en marcha la gran caravana de artistas que tenían como destino Brindisi y después Corinto. Cantantes, danzantes, músicos, coristas y hasta modistos formaban parte de la corte ambulante de Nerón, que iba acompañado, además de por una nueva esposa, con la que se había casado hacía unas semanas llamada Estatilia Mesalina, por el eunuco Esporo, el confidente Tigelino y su secretario, Epafrodito. Durante un año de ausencia de Roma, Nerón pudo dar rienda suelta a sus grandes aficiones que, desde su juventud, le tentaban. Tan sólo cuando el oráculo de Delfos le advirtió de que, en una fecha determinada, podría estar en peligro y le invitaba a que se cuidara, de nuevo le asfixió el pavor y ordenó el regreso inmediato a Roma. Antes, en otra consulta al oráculo de Apolo de la misma ciudad, interpretó la profecía del mismo —«que se guardara de los 73 años»— como una garantía de que hasta esa edad no moriría. No obstante, se trajo de Grecia un nuevo espectáculo inventado por él: las Justas Neronianas, una mezcla lúdica de canto, baile, música, poesía, gimnastas, caballos y oratoria: en realidad, una especie de espectáculo total que el Emperador instituyó para que se celebrara cada lustro. Él, más espectador que partícipe, sin embargo se reservaba el canto, del que estaba convencido de ser un gran intérprete. Durante sus actuaciones llegó a reclutar a 5.000 plebeyos a los que instruía en la forma de aplaudirle (en tres intensidades), mientras prohibía terminantemente que nadie abandonara sus localidades, de tal forma que allí se produjeron partos, muertes e imprudentes imprecaciones y maldiciones contra el Emperador. Pero, en general, estas actitudes para las artes del Emperador llamaban la atención de su pueblo, pues los anteriores emperadores habían carecido de igual sensibilidad artística. Sin embargo, tal sensibilidad en otro orden de cosas brilló por su ausencia.



Por ejemplo, llegó a violar a una vestal llamada Rubria. Y es que sus prácticas religiosas eran bastante magras y el respeto por las mismas, mínimo. En otro de sus pasatiempos favoritos, se cubría con una piel de cualquier fiera con la que destrozaba los genitales de hombres y mujeres, previamente atados a postes, tras lo cual descargaba su libido con su liberto, Dióforo. Después se repetiría boda, aunque cambiando los papeles. Ahora tocaba casarse de nuevo, pero con aquel Esporo que siempre le acompañaba. Parece que su amor desaforado para con este bellísimo joven, tenía su origen en que se parecía extraordinariamente a Sabina Popea.






Cuando él mismo acabó con la vida de su segunda esposa, mandó castrar a Esporo, lo vistió con túnicas femeninas, y organizó la ceremonia matrimonial. El enlace tuvo lugar en Grecia, durante el tiempo en que el Emperador vivió en la Hélade, con grandes festejos en diversos lugares de la península helénica en honor de los novios.



En su fijación-obsesión por Esporo-Popea, Nerón obligó a su esclavo-esposa a que se sometiera a una intervención por los cirujanos que debían practicarle una incisión en el sexo que le facilitase, en caso necesario, el poder llegar a parir un heredero. Sin la insistencia de la literatura y el santoral cristianos, que estimularon la leyenda de la maldad del Emperador con los primeros seguidores de Pedro y Pablo, puede que Nerón fuese uno más de los emperadores que, se sabe de sobra, ninguno fue lo que hoy llamaríamos un santo. Pero ya no hay remedio, y a Nerón se le considera como el primer gran perseguidor de los habitantes de las catacumbas, a los que el pueblo de Roma, más que el propio Nerón, había achacado el incendio de Roma del año 64. Un incendio éste el más conocido de la Historia y puede que el más falsamente narrado, pues parece que el pretendido pirómano no sólo no quiso incendiar la urbe sino que, una vez destruida, se puso a la tarea de levantarla otra vez, pero más monumental y extraordinaria. Todo ocurrió el 18 de julio del año 64, cuando Nerón disfrutaba de su retiro veraniego de Anzio. Era ya noche cerrada cuando el Emperador fue despertado por un correo que le avisaba que Roma ardía tras el inicio de las llamas en las cercanías del circo Máximo. Muy preocupado por la extensión que, según el mensajero, había adquirido, montó en su caballo inmediatamente, y galopó los más de 40 kilómetros que le separaban de Roma hasta avistar el resplandor de la gran hoguera que devoraba la capital del Imperio, advirtiendo cómo las llamas se ensañaban especialmente sobre las miles de casuchas de madera que eran mayoría en la urbe. Sobre todo pensó en la posibilidad de que el fuego llegara a su mansión del Palatino, y consumiera sus amadas obras de arte encerradas en la residencia imperial. Pudo apreciar desde un mirador estratégico la gravedad de la catástrofe a través de los más de 500 metros de llamas que se extendían y avanzaban sobre aquella ciudad de más de un millón y cuarto de habitantes.



El grueso del incendio duró cinco días y sus noches, y destruyó 132 villas privadas y cuatro mil casas de vecinos. No se pudo probar el origen del incendio ni la realidad del ornamento de la pretendida oda (lira en mano) a la ruina de Roma por parte del Emperador. Tácito dudaba de esta acusación, y aunque Suetonio la dio por válida (según este historiador, el recital poético declamado en tan insólita ocasión tenía un título: La toma de Troya), será siglos después cuando los padres de la Iglesia achaquen al Emperador un incendio que, a su vez, Nerón había cargado en la cuenta de los entonces subversivos adoradores de Jesús. (No obstante, fue un hecho innegable el que, bajo el reinado de Nerón, se inició una persecución de la que los historiadores romanos llamarán secta maléfica, por la que murieron muchos de aquellos esclavos —a veces cristiano y esclavo eran una misma cosa— al ser utilizados como cobayas sobre los que la cómplice del Emperador, la envenenadora Locusta, probaba los nuevos venenos que preparaba continuamente bajo la supervisión, y el entusiasmo, del Emperador.) Pero volviendo al incendio de la urbe, también es cierto que, después, Nerón mandaría levantar muchas barracas para alojar a los damnificados por las llamas e, incluso, en un primer momento abrió las puertas y jardines de sus palacios para acoger a los que lo habían perdido todo.



Además, importó rápidamente provisiones y abarató por un tiempo las existencias. Su deseo último era, a partir del desastre, reconstruir totalmente la ciudad eliminando la madera en el levantamiento de las nuevas casas y apostando, por el contrario, por la piedra. Claro que empezó la reconstrucción por sus propias estancias, pues aprovechando los solares nacidos del desastre, empezó la construcción de su nuevo palacio llamado Domus Aurea, un despilfarro de columnas marmóreas, jardines lujosos, hermosas fuentes y atractivos lagos artificiales. No obstante lo dicho sobre la relativa leyenda por parte de los autores de los primeros tiempos del cristianismo, llovía sobre mojado, ya que historiadores gentiles como Tácito o Suetonio (que vivieron después y nunca llegaron a conocerle), pertenecían, o bien a otros reinados con emperadores de otras dinastías diferentes a la de los Claudios, o, en el caso de Suetonio, el chismoso historiador que se adelantó a los siglos y enfatizó lo que hoy llamaríamos lá pequeña historia de los detalles, los bulos y las Confidencias más o menos parciales pero que, sin duda, hacían mucho más amenas ¡as crónicas de este historiador que la del otro ya citado, el séreno y circunspecto ser humano, aunque fuese un enemigo.






Entonces llamó a la única mujer que, como él, vagaba por las estancias palaciegas, la envenenadora Locusta, a la que le suplicó que le preparara una fuerte tintura biliosa que guardó en una cajita dorada. La puso a buen recaudo, y, cada vez más enloquecido, pensó en huir a Egipto, donde creyó que no le encontrarían los soldados del general Galba (el sublevado y nuevo gobernante de facto había advertido que no quería ser nombrado con el título de Emperador —tan desprestigiado como estaba—, conformándose—dijo— con ser el general del pueblo romano).
Pero no había nadie a quien pueda comunicarle sus planes de huida, salvo su criado Faonte, otro espectro en palacio y el único que le propone que se esconda en su casa, en una gruta ubicada en la quinta de aquel su humilde liberto. El Emperador termina por acceder y en este último desplazamiento, le acompañarán algunos incondicionales, aunque nada más llegar al campo intentó, sin éxito, suicidarse con un puñal. Ante el fracaso del suicidio, Nerón llamó en su ayuda a su secretario y escudero, Epafrodito, para que impulsara su brazo con la fuerza capaz de producirle la muerte, orden, o súplica de su amo, que fue cumplida al instante. Antes de expirar, el Emperador aún tuvo humor para afirmar: «iQué gran artista pierde el mundo!» para, inmediatamente, concluir con esta pregunta: «¿Es ésta nuestra felicidad?». Y expiró. Una vez hubo dejado de existir, los ojos brillantes de Nerón, como saliéndosele de las órbitas, aún aterrorizaban a los que le rodeaban. El cadáver fue envuelto en un manto blanco recamado en oro, y los gastos del sepelio lo pagaron sus dos nodrizas, Egloga y Alejandria, y su humilde ex amante (puede que fuese a la única que amó), la corintia Actea. Fue la humilde y dulce griega a la que siempre respetó el Emperador la que, con el permiso de Galba, tuvo acceso al ilustre muerto. Actea desnudó el cadáver del Emperador, lo lavó de la sucia sangre que lo inundaba ylo envolvió en aquel manto blanco bordado en oro que Nerón llevaba puesto en el que sería su último encuentro con ella en vida. Trasladado el cadáver a Roma, ordenó hacerle unos discretos funerales. Después, llevó los restos hasta el monumento a Domiciano, en la colina de los Jardines, lugar elegido por Nerón para la construcción de una tumba de pórfido y mármoles.



Tras acomodarlo para la eternidad, Actea permaneció una jornada completa estática y muda ante la tumba. Al caer la noche, descendió de la colina y, sin volver la cabeza, continuó su camino hacia el valle Egeria. Sus anhelos de inmortalidad a través del tiempo, tuvieron dos ejemplos en su deseo de llamar al mes de abril Neroniano, y su idea de darle a Roma un nuevo nombre que la proyectara sobre los tiempos futuros: Nerópolis. Al morir, cumplía 32 años de edad y 14 de reinado, y si es cierto que tanto contemporáneos y futuros historiadores se ensañarían con su reinado, el pueblo romano se negó durante un tiempo a admitir su muerte, esperando inexplicablemente un retomo imposible. Fue un caso extraño que no se repitió con otros emperadores anteriores y que tampoco tendría lugar entre los que le siguieron. El pueblo no admitió su muerte, y se rumoreaba que en realidad había desembarcado en Ostia y, después, había emprendido viaje a Siria. Desde allí, decían, Nerón volvería a recuperar su trono y a gobernar el Imperio. No se crea que estos rumores se fueron diluyendo con el paso del tiempo: al contrario, todavía quince años después de su muerte manos anónimas (puede que las mismas que lo enterraron, las de su amada Actea) seguían adornando la tumba de Nerón, mientras otros recitaban ante el mausoleo imperial proclamas y versos del extinto. Incluso pasadas dos décadas, un hombre que aseguraba ser el César se pudo ver en la zona de Partos, siendo acogido por los naturales como el auténtico Nerón, y poniéndose a sus órdenes.



En fin, como en tantos casos similares, el cine hincaría sus colmillos, hambriento, en tan cinematográfico Emperador, desde una temprana película de 1906 titulada, diáfanamente, Nerón quemando Roma, pasando por otra cinta italiana de la primera década del siglo, Nerón y Agripina, y finalizando con otro film de Alessandro Blasetti de 1930 con el nombre del mismo protagonista como título Nerón. En todos ellos el papel del Emperador fue un regalo para los actores. Pero donde esto se evidenciaría extraordinariamente, hasta el punto de identificar a un actor con su personaje fue en la película norteamericana Quo Vadis (Mervyn Le Roy), con un fuera de serie en una buscada sobreactuación a cargo del actor Peter Ustinov, que desde ese momento (1951) será ya siempre «Nerón», y no el señor Ustinov.






Fuente Consultada: Los Seres Mas Crueles y Siniestros de la Historia - Portalplanetasedna.com.ar






Escribe: Guillermo Reyna Allan